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domingo, 31 de mayo de 2015

Richard Strauss. Obras concertantes y extractos sinfónicos de óperas. Los Lieder

Obras concertantes: Concierto para violín y orquesta; conciertos para trompa; Burlesca para piano y orquesta; concierto para oboe; concierto para clarinete y fagot.

Las Suites para un Burgués Gentilhombre y la suite Couperin

Las sonatinas para viento

Metamorfosis

Extractos sinfónicos de sus óperas

Los cuatro últimos lieder

Obras Concertantes


Sus obras concertantes siguen teniendo una importancia relativamente menor dentro de la producción de Strauss. Mientras sus primeras obras en este género, confiesan más o menos una influencia Brahmsiana, las últimas son ejemplos de clasicismo de la última madurez.

Concierto para violín y orquesta en re menor (opus 8)

Tenía 17 años cuando lo escribió. Para Hanslick, la obra ya denota un talento poco ordinario. Strauss renegó pronto de esta partitura juvenil: “No, después de Brahms nadie hubiera debido escribir nada parecido.”

La obra tiene un claro corte clásico y el último movimiento es puro virtuosismo. El concierto de Strauss, nos hace pensar más que en Brahms, en Mendelssohn, desplegando las fáciles seducciones de un lirismo más preocupado de la claridad que de la profundización.


Concierto para trompa y orquesta número 1 en mi bemol opus 11

Terminado en 1883, se estrena en 1885. Strauss se muestra muy satisfecho de su obra, por su familiaridad cariño y simpatía hacia el instrumento solista. Recordemos que su padre fue uno de los grandes trompistas de su época. 
Hay en el concierto un estilo de bravura expuesto por el solista casi permanente en toda la obra que deja a la orquesta el papel de un mero acompañante, bastante neutro. Una obra lograda, aunque no iguale al segundo concierto escrito nada menos que 60 años más tarde!


Burlesca para piano y orquesta  en re menor (1885-86)

Pertenece esta obra a los periodos de aprendizaje de Kapellmeister siempre bajo la tutela del famoso director Hans von Bulöw. Es un periodo también en el que Strauss mira a Brahms.

La obra no agradaba a Strauss y no se le dio número de opus.  Hubo que esperar a su estreno en 1890, junto al poema Muerte y Transfiguración. 

Luego, la partitura ha tenido una carrera honorable y por la que han demostrado interés importantes pianistas. Pero es cierto que es una obra corta de aliento, en la línea del Konzertstück de Weber o de la introducción y allegro de Schumann

En la burlesca ya empieza a anunciar la verdadera personalidad de Strauss. A pesar de la influencia de Brahms y aún más de la Liszt, la obra hace presagiar más al futuro compositor del Caballero de la Rosa que al de los poemas sinfónicos, sin embargo más próximos.

El titulo no debe hacernos pensar en que se trata de una obra cómica, se trata más bien de una especie de fantasía barroca, matizada con el humor de Till Eulenspiegel. La partitura puede entenderse como un Scherzo escrito en la forma de un primer movimiento de sonata. El modelo es de la rapsodia de Liszt por lo menos en el plano de la libertad estilística.


Concierto para trompa y orquesta número 2 en mi bemol

Fue terminado en Viena en noviembre de 1942 en plena guerra mundial. Como le ocurre a la mayor parte de las obras de esta época, tampoco el concierto revela las desgracias que rodean al compositor, replegado sobre sí mismo, que deja cantar libremente a sus melodías interiores.

A diferencia del juvenil primer concierto para trompa que ya analizamos, que tenía una escritura muy virtuosa, el concierto número dos ofrece un discurso suave y más concertante. Se trata de una verdadera conversación musical entre el solista, sin pretensiones de virtuosismo.

El allegro inicial tiene un aire rapsódico, que presente el tema principal de una soberbia plástica y que es objeto de un trabajo polifónico notablemente llevado. El andante con moto nos presente un discurso sin tristeza pero de un sentimiento idílico. Pero es el Rondó final en el que da cierta preeminencia a un cierto virtuosismo, contrastando así con los dos movimientos anteriores; en su conjunto se articula en alegres respuestas y está imbuido de una viva luz mozartiana.



Concierto para oboe y pequeña orquesta en re mayor op 144

Se compone en Suiza en otoño de 1945. A Strauss le encantaba su concierto al que consideraba bonito. Y lo es en efecto, aderezado de un neoclasicismo rococó.

Tiene tres movimientos encadenados: Allegro moderato, Andante y Vivace Allegro. El primer movimiento tiene forma sonata y expone los dos temas  principales: uno esencialmente melódico y el otro más fantasista. El desarrollo, más animado (vivace) es bastante  rapsódico y en él se suceden todos los elementos temáticos siguientes.



Doble concierto para clarinete y fagot, con orquesta de cuerda y arpa
Este concierto dueto aparece muy raramente en los programas, mucho menos que los conciertos para trompa o el concierto para violín. Sin embargo probablemente sea la mejor obra concertante del músico, injustamente olvidada, compuesta a los 83 años a finales de 1947.

La obra puede escucharse siguiendo un programa bastante sucinto que el propio Strauss declaró: el compositor imagina una princesa representada por el clarinete. Está aterrada por la pantomima grotesca de un oso, que está representado por el fagot. El oso se transformará finalmente en un príncipe encantador con el cual la princesa se pone a bailar.
Este pequeño programa es el pretexto poético que justifica toda la organización de la obra: el clarinete tiene un papel concertante mayor en el primer movimiento; el fagot tendrá ese protagonismo en el segundo movimiento lento y los dos instrumentos danzan juntos en el final.
La obra está bien escrita, es de una elegante maestría, de una materia instrumental finamente cincelada, bordada con tales hilos poéticos que no hay tiempo para aburrirse.



El Burgués gentilhombre, suite de orquesta opus 60 (1917)

Es música compuesta para la escena de la comedia de Moliere. En la suite, destinada a concierto, consta de nueve partes, tres de ellas directamente adaptadas de las de Lully  y las otras intentando resucitar su estilo y de la música francesa de la corte de Luis XIV. A través de los préstamos y las citas, domina el espíritu de  pastiche y un cierto anacronismo, por ejemplo por la utilización del piano en lugar del clave.
Strauss utiliza una orquesta reducida, una escritura muy clara y todos los imprevistos de armonización. No le falta a la partitura una buena dosis de amaneramiento, pero toda ella está llena de sabor. El compositor aborda la obra como pretexto para realizar todo tipo de encadenamiento e acordes, alteraciones armónicas y alianzas de timbres. Finalmente consigue desconcertar y divertir al oyente.

1-Obertura del acto primero ( Jourdain el burgues) . La pomposa intervención de los instrumentos de madera revela la importancia del señor de la casa.
2- Minueto. Las semicorcheas caprichosas denuncian las torpezas de Monsieur Jourdain.
3-El maestro de armas.  La entrada del maestro de armas se hace sobre impetuosas vocalizaciones del trombón, trompeta y del piano con bravura
4-Entrada y danza de los sastres. Gran entrada de ballet. El violín se asegura el papel predominante.
5-Minueto de Lully. Primera de las tres piezas plagiadas del músico francés. Strauss solo toma su melodía que transforma por medio de grandes encadenamientos de acordes y cambios de tonalidad. Todo lo cual confiere al conjunto una extraña lejanía y un ambiente de nostalgia.
6- Courante. Largo episodio de un lirismo típicamente straussiano que sostiene el piano concertante.
7-Entrada de Cleonte. Pieza que utiliza una sarabanda de Lully.
8-Preludio al acto segundo. Página exquisita de una elegancia sencilla, que evoca los personajes de Dorante y Dorimea, personajes parásitos pero que saben conservar sus aires de nobleza.
9- La cena.  A modo de desenlace Monsieur Jourdain ofrece una cena. Es la pieza maestra de la suite y está desarrollada de una forma sinfónica. Otra vez se trata de una entrada de ballet, con su sucesión de danzas.
El salmón del Rin es servido con dos trompas wagnerianas. La pierna de cordero con los balidos de los corderos de Don Quijote. Diversas piezas de caza sobre los trinos de la madera sacados del caballero de la rosa. Incidentalmente el aire de la Donna e mobile de Rigoletto, señal de que a Dorimea no le importa ser cortejada por Monsieur Jourdain.


Suite de Danzas según Couperin, para pequeña orquesta

El titulo completo de la obra es suite de danzas según piezas para teclado de François Couperin, reunidas y adaptadas por Richard Strauss. Fue estrenada el 21 de diciembre de 1923.

La obra ha obtenido su éxito como suite de concierto en ocho movimientos y como aún puede escucharse con poca frecuencia hoy en día.

Los movimientos están construidos a partir de diferentes piezas para clave de los Órdenes de Couperin; a veces, dos o más piezas han sido reunidas para constituir un movimiento único.

1-Entrada y danza solemne
2-Courante
3-Carillon
4-Zarabanda
5-Gavota
6-Torbellino
7-Allemanda
8-Marcha Final

Es imposible poner en duda el amor de Richard Strauss por Mozart, por Lully y por Couperin. Pero si Mozart ha vivificado tan frecuentemente la inspiración de Strauss, si Lully le ha conducido a escribir una partitura para la escena tan original como el Burgués Gentil Hombre, Couperin sin embargo solo ha suscitado una especie de falsificación , ciertamente elegante y rica en seducciones sonoras. Esta suite de danzas revela una profunda desunión con el modelo sin llegar a ser verdaderamente straussiana; es un Tombeau, en suma, un poco vano, una obra que está al margen de toda música viva.

Las Sonatinas número 1 y 2 para dieciséis instrumentos de viento.

Son obras escritas ya en el declive del músico. La primera sonatina fue escrita en 1944 y la segunda en 1945. Los efectivos orquestales de ambas son: dos flautas, dos oboes, dos fagotes, un contrafagot, cuatro trompas, cinco clarinetes.

De la primera sonatina sorprende a veces el subtítulo (desde el taller de un inválido). Strauss frecuentaba entonces los balnearios pero gozaba de una notable salud. Por el contrario sufría con la guerra y comenzaba a dudar del futuro de la cultura alemana.

Esta primera sonatina, como la segunda que le seguirá, parece ya preparar la expresión de desesperación que será más tarde su obra Metamorfosis. Pero en la sonatina, es la elegía la que domina una atmosfera de encanto bucólico, un sereno desarrollo de la melodía, la fluidez de las armonías rechazando la violencia de los sufrimientos interiores. La obra se estructura en tres movimientos (Allegro moderato; Romanza y minueto; Finale molto alegro)

La obra es equilibrada y de una elegancia que no excluye la gravedad, con una emoción teñida de angustia apenas disimulada. Menos despreocupación y sentimentalismo de los que se le atribuyen a veces.


La segunda sonatina, fue concebida en un único movimiento ampliado a continuación hasta llegar a las proporciones de una sinfonía. La composición de la obra coincide parcialmente con la de Metamorfosis de la que será una especie de diseño, aunque las Metamorfosis tengan un sentimiento mucho más trágico. La obra está también dedicada al divino Mozart.

La sonatina numero dos tiene una notable vitalidad y en sus temas y en sus complicaciones polifónicas, es de una profusión casi excesiva. No es nada fácil hacer sonar todos los instrumentos de viento con una legibilidad perfecta de líneas y configuraciones armónicas. Son sus movimientos (Alegro con brío, especie de tardío homenaje a Wagner; Andantino; Minueto; introducción y allegro.


Decía Claude Rostand de estas obras: “El arte disimula al arte en estos deberes de vacaciones que Strauss escribe para su placer, en estos ejercicios transcendentes en los que solo parece hablarse a sí mismo, en los que se desliza, pese a todo, la melancolía meditativa a la vejez apacible del que fue un gran hombre de acción.”

Metamorfosis para orquesta de cuerda

Subtitulada sencillamente como “Estudio para veintitrés instrumentos solistas de cuerda”. La obra fue compuesta en Garmisch en 1945 y estrenada en 1946.

Esta suprema obra maestra del compositor, nace del dolor. El 2 de octubre de 1943 un bombardeo destruye el edificio de la antigua ópera de Múnich. (“La mayor catástrofe de mi vida, estoy aniquilado, dirá Strauss.)
Las Metamorfosis son una gran meditación fúnebre, un duelo de Múnich, su ciudad natal. En la obra podemos escuchar el adiós grave y desolado a una cultura musical abolida, al mismo tiempo que la visión casi serena de un mundo que se transforma.
Pero atendamos al sentido formal de la palabra “metamorfosis” que es el que nos da la clave del significado de la obra, como una pieza de textura movediza y compleja de su polifonía, que favorece una completa libertad de la elaboración temática.

La obra está compuesta para diez violines, cinco violas, cinco violonchelos y tres contrabajos, pero no es como se ha intentado decir a veces, cinco cuartetos de cuerda a los que se acompañan tres contrabajos. Cada instrumento es un solista que se asocia voluntariamente a los demás instrumentos del mismo grupo, disociándose para reunirse con los de los demás grupos.

Se nos presentan estas Metamorfosis, como un largo adagio, en la que prevalece una arquitectura en arco de vastas proporciones. Strauss se limitará a unos efectivos homogéneos, únicamente la cuerda, tratada siempre en partes reales, lo que subraya también la modernidad de la partitura. Lo mismo ocurre con la indeterminación de la tonalidad principal, que solo se afirmará en do menor en los últimos compases de la Marcha Fúnebre (la de la sinfonía heroica de Beethoven.) De ello se desprende un rasgo esencial: la referencia a una cultura que quiere ser indestructible.

Todo comienza con unas medias tintas otoñales (cuerda grave) mientras se presentan varios elementos temáticos estrechamente emparentados. La parte central tiene un tono más elegiaco, con sus subconjuntos que se dividen libremente; después, aceleración continua del tempo elevándose el arco hacia el tutti. La última parte forma una repetición variada y condensada, dentro de un reflujo tranquilizado; surge entonces, entrevisto ya desde hace mucho tiempo antes, el tema beethoviano, fatídico y consolador a la vez. En la partitura, un poco antes de los últimos compases, está escrito: In Memoriam. 

En definitiva, una obra maestra prodigiosa, de gran belleza y patetismo.

Extractos sinfónicos de óperas.

Salomé: Danza de los siete velos opus 54. 

Es un episodio exclusivamente sinfónico de la ópera. Salomé fue como sabemos un acontecimiento considerable en la historia del teatro lirico del siglo XX. Desgraciadamente esta Danza de los siete velos, compuesta después del resto de la obra no constituye la mejor página de la ópera, pero sigue gozando del favor de los directores de orquesta.

Está centrada sobre la promesa de la heroína de danzar ante Herodes desnudándose poco a poco bajo la concupiscente mirada del padrastro. En su conjunto se nos ofrece como un pot pourri de los principales temas de la ópera.
 
Strauss Salome Dance of the Seven Veils part 1
Strauss: Salome Dance of the 7 Veils, part 2


Dance of the Seven Veils, Salome - Richard Strauss



 
El Caballero de la Rosa, Suite de Valses para orquesta opus 59

En 1934, cerca de un cuarto de siglo después del estreno de la ópera que dio la gloria a Strauss, escribió para orquesta una suite de valses cuyos elementos provienen del último acto de la ópera. Diez años más tarde, en 1944 reincidió y compuso una nueva suite de valses a partir de los dos primeros actos.

La suite es una evocación encantadora, nostálgica y muy ambigua de la Viena imperial que constituye el decorado de la ópera; algo más que una esencia del vals vienes, un perfecto condensado del vals straussiano, elegantemente sofisticado, sobrecargado a veces de efluvios sentimentales erotizados.

Der Rosenkavalier/Waltz Suite Op.59

Capricho: introducción e interludio orquestal (opus 85)

En plena guerra, el 28 de octubre 1942, en la ópera de Múnich, se representó la última obra lírica del compositor, el maravilloso Capricho, una conversación en música que trata el mayor problema estético de la música dramática ¿ debe la palabra primar sobre la música o al contrario?

El sexteto de cuerda de obertura es una pieza de música pura, escrita en una transparente polifonía a tres voces. Toda ella está firmada por el mejor Strauss y se aparta del carácter postromántico, por la escritura sinuosa de la línea melódica, con apretadas armonías y sutiles movimientos que nos dan la impresión de una constante improvisación.

Introduccion ( Richard Strauss Sextet from 'Capriccio' op. 85 )
 
El interludio orquestal es anterior a la gran escena final de la ópera. Es una música nocturna, de una indecible poesía, cuyo tema melódico cantábile es presentado por la trompa.

Strauss: Capriccio - Interlude ( Mondscheinmusik)

Los cuatro últimos Lieder

La gran última obra de Richard Strauss compuesta en 1948, son estas maravillosas últimas canciones. Únicas, emblemáticas. No fueron concebidas por el autor como un ciclo, pero hoy todo el mundo las considera de esta forma. 

Son sus títulos: 1- Primavera (Frühling); 2-Septiembre (September); 3- Al irse a dormir (Beim Schlafengehen); 4- En el arrebol de la tarde o en el crepúsculo (Im Abendrot). Las tres primeras canciones están compuestas sobre poemas de Herman Hesse y la última,  en el crepúsculo, sobre un poema de Eichendorff.

Más allá de la belleza y de la elegancia de la primera a la última nota de estas cuatro canciones, son trascendentales. Estas últimas cuatro canciones de Strauss es lo que sitúa a Strauss como figura del siglo XX pero que sigue demostrando su amor por el romanticismo del siglo XIX. Son canciones estremecedoras, porque tienen la frescura de alguien lleno de vida y sin embargo solo podrían estar escritas por un anciano en la serenidad del final de su vida. Estas canciones cierran un ciclo del lied germánico y romántico que empezó con Schubert y que se despide con estas últimas cuatro canciones. Cuatro últimas canciones cargadas de sensualidad y concebidas por el genial anciano.

Son cuatro melodías sublimes que suponen una especie de adiós musical al romanticismo y un último y emotivo homenaje a su esposa Pauline. Cada una de ellas refleja la aceptación del final de la vida. Strauss comprende que su vida termina y son canciones compuestas al borde de la muerte, pero de una sorprendente serenidad.

Impresiona en estos lieder, como se puede hacer cantar a una soprano rodeada de tanta formación y color orquestal, sin llegar nunca a tapar su voz

Muy probablemente Strauss compuso estas canciones con la  conciencia de que sería su última composición. Terminada su composición, escribió a su nuera judía: ahí van las canciones que tu marido me ordenó componer. Y es que fue el hijo de Strauss, Franz,  quien animó al compositor a este trabajo.  


Septiembre. 

Es casi una canción autobiográfica y enormemente descriptiva. Autobiográfica por el tratamiento amoroso de la trompa, recordemos que su padre fue un gran trompista de la época. Es una canción en la que escuchamos la lluvia. Puede casi olerse la naturaleza, lugar común de los románticos.

 

Al ir a dormir (Beim Schlafengehen)

La serenidad absoluta de un descanso definitivo. Escuchamos un violín con una sonoridad antigua, simple e ingenua en el mejor sentido de la expresión. Después de Auschwitz se decía que hablar de poesía de arte y de belleza era una obscenidad. Pero estas últimas cuatro canciones de Strauss, demuestran que todavía había alguien con un último aliento en un mundo que ya había pasado, un mundo que estaba destinado a desaparecer.

 

En el crepúsculo (Im Abendrot)

Maravilloso acorde inicial, prolongado, mantenido que parece que va a entrar en las negruras pero sin embargo se impone sobre ellas. El final del lied es como la caída de un telón.  Es la última vez que la naturaleza sirve de despedida. Un verdadero cierre del postromanticismo. Es un testamento de Strauss en música. Pero un testamento en un momento de clarividencia y de sabiduría. Esto sucede en algunos pocos maestros en la historia de la música, que consiguen destilar una quintaesencia de una persona que realmente ha vivido. 
Strauss nos lleva aquí a ese punto, a esa mirada a lo desconocido que es la muerte. Y así sucede con algunos grandes compositores que componen momentos inmensos que nos enseñan el abismo. Pero sin misticismo, sin trascendencia como podría pasarnos con Mahler o Bruckner o Wagner.  En este Lied, no hay esa trascendencia sino la pura realidad y la pura experiencia del fin de esa vida que estremece  aún más por ser tratado ese fin con esa naturalidad.

 

Elisabeth Schwarzkopf - cuatro ultimos lieder
Jessye Norman - cuatro ultimos lieder

Y para terminar después de estos cuatro últimos lieder, escuchamos, la célebre y conmovedora canción  “Morgen” (Mañana) opus 27, regalo de bodas a su esposa Pauline y orquestada en 1897. 

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