- Su vida y estética. Cima de la música europea. Un músico liberado.
- Consideraciones generales sobre su obra.
- Composiciones de su primera etapa: 1ª y 2ª Sinfonías; Conciertos para piano y orquesta nº 1 y 2; Seis cuartetos opus 18; Sonatas para piano opus 2, 7, 10, 13 “Patética”, 14 y 22; Variaciones sobre la arietta, "Vieni amore"
Beethoven (1770 – 1827)
Vamos a dedicar las tres próximas entradas a la figura
de Ludwig
van Beethoven, cima de la música europea de todos los tiempos. El genio
de Bonn, nos ofrece el más perfecto resumen de una época, el clasicismo y nos
abre las puertas al romanticismo. En esta entrada dedicaremos algunas
consideraciones generales a su vida, su estética
y su obra; además examinaremos con detalle las composiciones de su primera etapa.
Nace en Bonn cerca de Colonia el 17 de diciembre de
1770. Su padre, alcohólico, fue tenor de
la capilla del Príncipe Electo e intentará explotar el talento precoz del niño.
En 1787 viaja a Viena en donde es escuchado por Mozart. La muerte de su madre
le hace volver a Bonn para ocuparse de sus dos hermanos pequeños. En 1792
abandonó definitivamente Bonn para ir a Viena donde trabaja con Haydn
y trabaja el contrapunto con Albrechtsberger
y la composición vocal con Salieri.
Recibió lecciones de prominentes compositores
contemporáneos, pero se sintió insatisfecho con ellos. No cambió demasiado,
Beethoven no era el tipo de alumno a quienes es posible enseñar con facilidad.
Tenía una excesiva confianza en su propio genio.
Era entonces Beethoven un personaje mundano, muy
apreciado en los medios aristocráticos
como pianista e improvisador, probablemente el improvisador más grande que haya
existido. Sus famosas improvisaciones le abren las puertas de los mejores
palacios de Viena, llenos de la loca exaltación ante la música: Lichnowsky
y Lobkowitz.
Beethoven prácticamente fue adoptado por la
aristocracia. Por fortuna para él era una aristocracia liberal y amante de la
música. El artista se desenvolvía como pez en el agua en estos círculos y de
ningún modo se sentía atemorizado. Muy lejos queda el tipo de vida del músico
de librea que debía comer con los criados. “Es
fácil convivir con la aristocracia si uno posee algo que la impresiona.”,
sentenciaba Beethoven.
También es cierto que es una simplificación afirmar,
como hacen algunas historias tempranas de la música que Beethoven se abrió paso
sin patronazgo alguno. Lo cierto es que es que los príncipes Lichnowsky, Lobkowitz y Kinsky le
asignaban sumas para su manutención. Pero Beethoven no sentía complejo alguno
en recibirlas. Es más si era preciso lo exigía por sentir que estaba en su
derecho de artista.
Conquisto fama en primer lugar como pianista. Cuando
fue a vivir a Viena en 1792, su estilo de ejecución suscito una impresión
abrumadora. Los vieneses estaban condicionados solo para apreciar el estilo
pulido y fluido de Mozart o Hummel. Y aquí aparecía el joven Beethoven, las manos
en alto, golpeando el piano y rompiendo cuerdas, en busca de un tipo hasta ese
momento inexplorado de sonoridad orquestal en el piano. Beethoven rogaba a los fabricantes de pianos que le
suministraran un instrumento mejor que el piano vienes que según el afirmaba,
sonaba como un arpa.
Beethoven, halagado con la vida refinada, solo
reacciona con mal humor cuando comienzan los síntomas de su trágica sordera
hacia 1796.
Son sus primeros años en Viena, años de felicidad;
pero el drama estalla en 1802, una sordera de nacimiento como traduce el
impresionante documento, el testamento de
Heiligenstadt.
http://www.lvbeethoven.com/Bio/LvBeethoven-Testamento-Heiligenstadt.html
Beethoven ensayó todos los recursos para detener su
deterioro auditivo. Rehusaba rendirse ante su dolencia, a pesar de que el paso
de los años acentuaba el deterioro. En 1817 había llegado prácticamente a la
sordera absoluta. Pero su lucha contra su sordera fue heroica, épica.
Continúo tocando el piano e insistía en dirigir su
propia música a pesar de sus gestos desordenados, unidos a la imposibilidad de
oír bien, lo que sembraba el desconcierto en la orquesta. Pero siendo el músico
que era Beethoven sustituyó el oído con la visión. Josep Böhm, líder de un cuarteto de cuerda nos ha dejado una visión
de Beethoven trabajando: “Este hombre tan
infortunado estaba tan sordo que ya no podía oír los sonidos celestiales de sus
propias composiciones, pero con certera atención sus ojos seguían el
movimientos de los arcos y por tanto podía juzgar las más pequeñas
imperfecciones del tempo o el ritmo y corregirla sin demora.”
Beethoven poseía lo que se conoce como oído absoluto.
Podía tomar una partitura y leerla y “oír” todo lo que estaba viendo. Beethoven
con su increíble mente musical, seguramente no afrontaba como cualquiera las
dificultades de su sordera y lo mismo
que Bach o Mozart, podía componer música guiado únicamente por su oído
interior.
La idea del suicidio persigue al músico que logrará
abandonarla gracias a la plena convicción de su misión artística. Pero
irremediablemente el mal irá avanzando, y a pesar de su fama universal (visitas
de Rossini, Schubert, Weber y del joven Liszt) el compositor se amuralla en su silencio.
En 1824 triunfan su misa solemnis y la
novena sinfonía, pero le dejan indiferente. A partir de 1825 Beethoven está
continuamente enfermo, pero consciente de que ya ha cumplido con su obra.
Beethoven muere el 26 de marzo de 1827, durante, no se
sabe si es real o leyenda, una violenta tempestad. A su entierro acudieron se
dice que veinte mil personas. Sus últimos años los vive entre sus desgracias
habituales: soledad, sordera, y desastres familiares. Su vida en los momentos
serenos y en el pentagrama parece un colosal monologo con Dios. A su muerte se
cierra una época montada a caballo sobre el clasicismo y el romanticismo
Así fue Beethoven en su Viena, siempre una figura
famosa y reconocida universalmente como el músico más grande. Su fama en todos
los salones cortes y tabernas, atrajo a
todo el continente y de Inglaterra acudían a verlo.
Su estética
Cima de la música europea: Clasicismo y romanticismo
El clasicismo y el romanticismo entran en su obra por
partes iguales, el uno como resumen y el otro como aurora. Beethoven resume toda
la grandeza del clasicismo vienés y abre las puertas a la efusión del
romanticismo.
Beethoven es hasta ahora, la cima de la música europea
y solo él puede ser visto con ese carácter de culminación de una evolución. La música posterior a Beethoven no ha hecho
sino intentar llevar hasta el fin todos sus mundos hechos o entrevistos. Por
encima de todas las polémicas, la música
de Beethoven, en el piano en la orquesta, en la música de cámara y en la forma
sonata, es el gran puente fijo sin el cual no podría existir todo lo que la
música romántica ha traído consigo, como el concierto
y la audición tal como la vivimos hoy.
A menudo se lo considera un puente entre los periodos
clásico y romántico, pero eso no es del todo exacto. Sorprende comprobar que poco romanticismo hay
en su música, mucho menos que en la obra de Schubert y Weber, dos
compositores que se mostraron activos durante esa época (Weber falleció en 1826
y Schubert en 1828)
Los teóricos románticos se
anexaban gustosamente a Beethoven para hacer de él su profeta, el hombre de la
ruptura con el pasado. Los románticos
siempre han puesto el acento sobre las fuerzas caóticas del instinto genial de
Beethoven. No han distinguido más que el caos de esta naturaleza, en efecto
encrespada. Pero no han visto el orden ni los cimientos profundos de la
geología beethoviana. Y es que es en Beethoven lo que más importa es el orden
que impone en sus pensamientos.
Beethoven
realmente nunca tomó posición de romper con el pasado como pretendían mantener
los románticos. Simplemente era el hombre que se encontraba allí en el momento
histórico preciso y con singular genio supo traducir el gran cambio que las
nuevas ideas habían desencadenado en el curso de los siglos precedentes.
Beethoven es el primero en cambiar a la vez la naturaleza y el significado de
la música en relación con el hombre, y la actitud del artista creador.
Sucede que Beethoven no hablaba el idioma de los
románticos. Comenzó como compositor de la tradición clásica y concluyó como un
compositor que estaba más allá de del tiempo y el espacio, utilizando un lenguaje que el mismo había
formulado: un lenguaje comprimido,
críptico y explosivo, expresado
en formas muy personales. Beethoven trabajaba lentamente. Si Mozart
prodigiosamente necesitada solo días o meses para realizar una obra, Beethoven
le dedicaba meses y años.
“La impresión de
Belleza, tan arduamente buscada, tan vanamente definida. Es quizá el
sentimiento de una imposibilidad de variación, de cambio virtual. Un esplendor
limite tal que toda variación puede hacerle, por una parte, demasiado sensitivo
y por otra demasiado intelectual. Y esta frontera común es un punto de
equilibrio.” Esta definición de Paul Valery nos sirve exactamente
para Beethoven; resume el equilibrio entre clasicismo y romanticismo. La
historia de la música europea posterior a Beethoven se hace precisamente desde
las dos variaciones que son la intelectual y la sensitiva.
Entre
las aportaciones beethovianas a la música corresponde señalar en primer
lugar la importancia que otorga al timbre.
Es cierto que ya Mozart se había preocupado por la personalidad de los timbres
de los diferentes instrumentos. Pero Beethoven es el primero que tiene sentido
profundo y definitivo de los colores sonoros, lo que lleva aparejado el
nacimiento y desarrollo de la orquesta moderna, que no dejará de progresar
durante todo el siglo XIX y comienzos del XX.
En
segundo lugar hay que destacar como aportación el establecimiento del reinado del piano que después de
Beethoven se convierte en el instrumento romántico por excelencia. En este
terreno llegó a superar lo que algunos de sus sucesores y contemporáneos
hicieron, pues músicos como Hummel, Weber, Schubert y Mendelssohn, emplearon
con frecuencia la escritura pianística del siglo XVIII. Cierto que Beethoven se
vio favorecido por una época de continuos perfeccionamientos mecánicos del
piano. Cierto también Beethoven, fue uno de los músicos más exigentes para los
fabricantes.
El
genio de Beethoven escapa a toda clasificación. No es más romántico que clásico
a pesar de los puntos de contacto con uno y otro mundo. Es sin duda como
compositor que ha hecho gala de una lucidez y de una voluntad de perfección
excepcionales en la historia de la música. Su constante búsqueda de un ideal de
forma y de estructura que se adecuara a sus pensamientos es sin duda una de las
más extraordinarias aventuras del espíritu humano. Beethoven pone en marcha
todo un mecanismo a la vez afectivo e intelectual cuyo funcionamiento era
absolutamente nuevo en la época. Cada obra de Beethoven nos enseña ese arte,
hecho de instinto y de libertad, de lógica y de razón. Nunca es el triunfo de
uno de los dos grupos sobre el otro sino el equilibrio entre ambos.
Beethoven, un músico liberado
Beethoven
modificará la música misma y también la vida musical europea, la fisonomía de
los conciertos de las salas de audición con repercusiones sociales profundas.
En la vida atormentada de Beethoven se cumple una
transición definitiva que es el paso del músico con librea al artista tal y
como el romanticismo lo entiende. La fogosa reacción de Beethoven siente ya la necesidad de romper las ataduras
en las que tal felizmente vivió Haydn. Beethoven quiere aparecer
como el portador de la salvación con énfasis redentor incomprensible en la
Viena de su tiempo. “La música es una
revelación más alta que cualquier filosofía.”
La diferencia entre Beethoven y los músicos que lo
precedieron radicó en que Beethoven se consideraba el mismo un artista y
defendía sus derechos como tal. Artista y creador y como tal ser superior,
según su propio entender a los reyes y a los nobles. Beethoven tiene ideas
revolucionarias acerca de la sociedad y un concepto romántico del arte y en
especial acerca de la música. “Lo que
tengo en mi corazón debe salir a la superficie y por tanto tengo que
escribirlo.” Ni Mozart, ni Haydn harían nada parecido. Los
compositores que lo precedieron eran artesanos diestros que suministraban un
producto y el concepto de arte o de componer para la posteridad no entraba en
sus cálculos.
Beethoven tenía lo que le faltaba a Mozart: una
personalidad enérgica que sobrecogía a todos los que se relacionaban con él.
Por eso y pesar de los defectos de su
carácter y de sus modales deplorables, el artista pudo imponer sus propias convicciones y sus condiciones a
la vida en casi todo, salvo en su trágica sordera.
A propósito del estreno de su tercera sinfonía cuando
el público no se mostró tan favorable como él hubiera deseado y se le reprochó su excesiva
longitud, cincuenta minutos, Beethoven rehusó modificar una sola nota y decía: “si yo compongo una sinfonía que dure una
hora, la consideraran bastante breve.”
El signo perennemente conmovedor de la vida de
Beethoven radica en la espontaneidad, en la belleza moral con que se presenta
lo que después serán rasgos utópicos del romanticismo. No solo en su obra, sino
en sus gestos y en sus frases se ha resumido la postura más exaltada, más fiel
y más viril de un artista ante la inspiración.
Consideraciones generales sobre la obra de Beethoven
Consideraciones generales sobre la obra de Beethoven
El examen detallado de la obra de Beethoven se hará al
hilo de la exposición de las ya tres tradicionales etapas en que
aquélla se suele dividir. No obstante pueden hacerse una serie de
consideraciones generales en torno a la producción Beethoviana, en especial la
sinfónica.
Las Sinfonías
En la música sinfónica por otra parte se mostró menos revolucionario
en el plano formal, pues no hace más que extender los marcos de Haydn y Mozart,
no los trasciende. La nomenclatura musical o
conjunto de instrumentos difiere poco de las del modelo Haydiano tardío (solo algunos instrumentos de viento
suplementarios a partir de la tercera sinfonía), a excepción de la novena
sinfonía. En cambio, su arte de orquestador da posibilidades
enteramente nuevas a la música sinfónica. Desde la primera sinfonía estamos en
presencia de alguien que piensa para la orquesta, en función del valor y de las
significaciones expresivas y plásticas de los timbres. Y sin embargo, el
material de las sinfonías es apenas más considerable que en época de Haydn y
Mozart. No obstante todas utilizan los timbales, y la Novena, caso aparte,
añade percusión importante.
Antes de Beethoven, la música era una conversación instrumental
donde reinaba más o menos el espíritu del concerto grosso con sus “apartes”.
Con él todos los instrumentos participan en la discusión general, lo que llevó
a calificar a los hombres de su época esta orquestación de “estruendo”, cuando
en realidad eran los primeros esplendores de la orquesta moderna.
La
concepción y el manejo de la orquesta son nuevos: Beethoven empieza a ejercer
un pensamiento orquestal que procede por bloques sonoros y que realiza en
función de los timbres. Por ello, podríamos hablar de un tinte específico para
cada sinfonía (el ejemplo de la pastoral es particularmente esclarecedor).
En las masas sonoras, el músico calcula con precisión
la potencia, consciente como lo sería Berlioz, de los efectos
psicológicos, incluso fisiológicos, que ésta tendrá en el oyente.
En cuanto a la morfología, el modelo Haydiano sigue
todavía presente, pero considerablemente ampliado. Beethoven ha adaptado las
estructuras de la sinfonía clásica a la medida de sus ambiciones. Las ha
agrandado, pero nunca las ha trastornado.
¿Que ha sido de los cuatro movimientos tradicionales? El primero aparece en la forma sonata
clásica y conlleva además (con excepción de la Novena Sinfonía) la repetición
al finalizar la exposición; su desarrollo muy largo, está muy elaborado
temáticamente.
El movimiento lento, también en forma de
sonata, sigue siendo esencialmente melódico. En cuanto al Scherzo beethoviano, constituye una novedad: el inevitable minueto de las sinfonías del siglo
XVIII, debió de parecerle demasiado estrecho al compositor, que lo transmutó en
un fresco autónomo. Sin embargo la denominación de scherzo no aparecerá hasta
llegar a la segunda y tercera sinfonías.
Los movimientos conclusivos, combinan por lo general
la forma sonata con los procedimientos del rondo o de la variación.
Todos estos datos pierden toda su validez en la Novena Sinfonía en sus tres movimientos
iniciales y más aún en el movimiento final con su forma de verdadera cantata.
Las primera y segunda sinfonías pertenecen a la etapa temprana del compositor. Desde la tercera a la
octava son las sinfonías su segundo periodo,
etapa de madurez. Y la Novena se encuadra ya en su etapa final
Las Obras Concertantes
Las mismas
cualidades sinfónicas, volvemos a encontrarlas en los conciertos.
Particularmente los tres últimos conciertos para piano tienen un carácter
dramático totalmente nuevo en la historia del género.
En el principio concertante que opone al solista y a
la orquesta, Beethoven descubre las fuentes vivas de un dialogo poético libre
que, preservando la forma tradicional del género, nos hace olvidarnos de ella.
El concierto beethoviano resuena puro de toda convención formal. Sus
dimensiones temporales y sonoras son además mucho más amplias: concepción
sinfónica de los desarrollos y de los temas de la orquesta, incluso de la
propia escritura pianística, que rivaliza con toda la masa sonora en un
discurso de igual a igual.
Pero debemos matizar un poco. Los dos primeros
conciertos para piano son tributarios de la estética del siglo XVIII y
demuestran claramente en el compositor una voluntad de imponerse como pianista.
Pero el tercer concierto comienza un gran cambio que responde al comentario
precedente. El cuarto es quizá el más audaz e innovador de los cinco, antes del
florecimiento absoluto del celebérrimo concierto nº 5 Emperador.
Además de los conciertos para piano, Beethoven compuso
el concierto para violín en re mayor opus 61, el Triple concierto para violín, violonchelo y piano en do mayor opus
56, así como la Fantasía para piano,
coros y orquesta en do menor opus 80 y la Romanza
en fa mayor opus 50. Las cuatro
obras citadas, compuestas en su segunda etapa de madurez.
Las Oberturas
Entre sus grandes oberturas para orquesta, se
encuentran Fidelio obertura en mi mayor opus 72, última de las cuatro
oberturas (Leonora I, II y III) que compuso para esta ópera. Coriolano,
obertura en do menor opus 62. Egmont,
obertura en fa menor opus 84. Las
Ruinas de Atenas obertura en sol menor opus 113. Batalla de Victoria (o Victoria
de Wellington), fantasía para orquesta opus 91. Todas ellas compuestas durante su segunda etapa.
Las Criaturas de Prometeo, obertura en do mayor opus 43, pertenece a su primera etapa, mientras que
la Consagración
del Hogar obertura en do mayor fue escrita en 1822.
Las Sonatas
32 sonatas para piano. 10 Sonatas para violín y piano
entre las que destaca la sonata a Kreutzer; 5 sonatas para
Violonchelo y piano. Entre sus obras para piano también destacan numerosas
variaciones, arreglos de canciones populares y las Bagatelas.
En sus
32 sonatas para piano, no contento con crear una técnica pianística moderna de
la más audaz novedad, hace vivir a la forma-sonata una de las aventuras más
extraordinarias que haya conocido en el curso de su evolución.
Los Cuartetos. Los
16 cuartetos de cuerda
No nos es posible ahora el análisis detallado de cómo
se codificó, en los años finales del siglo XVIII, la forma reina de la música
camerística, ni sus antecedentes en la barroca trío-sonata. Sí debemos
mencionar, por hitos memorables de su evolución, los Cuartetos, opus 33
que Haydn publica en 1782, escritos en una manera enteramente nueva y muy
especial.
Mozart observó detenidamente estos cuartetos y, tras
"largo y penoso estudio", respondió al reto con los famosos seis
cuartetos de su opus X. Los dedicados
“al mió caro amico Haydn” y publicados al fin por Artaria en 1785.
Los cuartetos de cuerda de Beethoven constituyen uno
de los núcleos esenciales para el conocimiento de la obra de su creador, pero
son también uno de los más sólidos eslabones de la forma más prestigiosa de la
música de cámara.
Estos cuartetos mozartianos, y sus modelos,
tuvieron un estudioso excepcional, en Beethoven quien muy pronto tomó el relevo
de tan excelsos protagonistas y no conforme con los resultados de su primera
serie, también de media docena, siguió insistiendo en la forma del cuarteto a
lo largo de toda su vida.
En el
dominio de la música de cámara, Beethoven transciende todos los géneros y los
estilos y hace saltar todos los esquemas. Los 16 cuartetos de cuerda
constituyen una suerte de microcosmos en el que Beethoven se sintetiza, todo él
con su evolución humana y su evolución técnica.
Realmente
Beethoven exprimió, sobre todo en su segunda y tercera época, el género por
completo y nunca desde entonces se volvieron a alcanzar resultados semejantes
en el dominio del cuarteto. Los compositores posteriores miraban con temor
reverencial los cuartetos del maestro.
Claude Rostand
señalaba respecto a los cuartetos: “Beethoven,
en efecto, ha abordado los cuartetos en tres momentos diferentes, podríamos
decir que a lo largo de tres crisis, mientras que las olas de otras aguas de su
producción, sonatas o sinfonías, se
mecían con regularidad según un ritmo continuo. Parecería que en cada etapa de
esta evolución Beethoven experimenta la necesidad de recogerse, de enfrentarse
a sí mismo para hacer balance, y para ello escogió el cuarteto".
Música de Cámara
Entre ésta se encuentran, cinco obras para quinteto de
cuerda; Siete para trio con piano; 5 para trio de cuerda y más de una docena de
obras para gran variedad de combinaciones de instrumentos de viento. Destacar
el Septimino en mi bemol mayor opus 20 para violín, viola, violonchelo, contrabajo, clarinete, fagot y trompa.
Opera y música vocal
Su única opera, Fidelio. La Fantasía Coral para piano,
coro y orquesta opus 80; La Misa en do mayor, “Latina” opus 86. Por supuesto su
Misa Solemnis. Numerosos Lieder, arias, coros y canones y el Oratorio Cristo en
el Monte de los Olivos.
En su Missa Solemnis,
trasciende un género tradicional al punto que la obra resulta casi
extralitúrgica, tanto por su espíritu como por sus proporciones, no porque sea
“mundana” o “teatral”, sino por el acento general y universal que introduce en
la utilización de los textos sagrados.
Sin volver la espalda a los grandes polifonistas del pasado,
Beethoven realiza en la Misa una concepción muy personal proveniente de su
sentimiento religioso que está hecho más de humanismo y de humanitarismo que de
puro respeto a las prescripciones reglamentarias de la religión. Así es como
encontramos en la Misa el espíritu libre
e independiente de sus otras obras y una vez más la lucha de los
antagonismos interiores: la dualidad constituida por el poderío y la majestad
de Dios frente a la pequeñez y a la miseria de la criatura. Esta dualidad se
refleja por las oposiciones corales e instrumentales tanto como por los solos
que componen esta obra sinfónica y dramática.
Las tres etapas Beethovianas
Es difícil definir en una línea la esencia del genio
Beethoviano, ejemplo asombroso para todos, que engrandeció las formas
tradicionales de tal manera que estas parecerán eternas y capaces de contener
toda la invención musical del futuro. Señalemos que colocado en el gozne de los
siglos XVIII y XIX, su obra trasciende el clasicismo y lleva en su seno todo el
romanticismo, sobrepasando también esta alternativa en la que a veces se está
tentado de encerrarlo.
La delimitación de las tres épocas Beethovianas tiene
ya tradición en la crítica musical europea.
La primera época
Transcurre hasta 1801, y prefigura ya claramente la
avalancha apasionada de su madurez.
Es la época en la que la poesía romántica alemana, en su comienzo, asigna ya a
la música el puesto que Beethoven, radicalmente incomprendido, iba a ganar
desde el pentagrama. Sin embargo, los primeros escritores románticos no
comprenden esta música, ni la comprenderá tampoco Goethe, truncándose así
una conmovedora ilusión beethoviana.
La época de la que hablamos ha sido llamada época de
la influencia. Beethoven se mueve dentro del marco del clasicismo vienés de Haydn
y Mozart,
pero lleno de audacias en la forma y en la orquestación. Inicialmente trabaja
ateniéndose sobre todo a las formas de su tiempo. Sus primeras veinte obras,
poco más o menos ponen a prueba las antiguas formas y las amplían al mismo
tiempo que insinúan el poder explosivo que se manifestaría después.
Es mayor la influencia de Haydn que la de Mozart,
porque Beethoven busca sobre todo, la elevación del juego bitematico a
verdadero dialogo y en este sentido la forma sonata en Haydn tiene una mayor
claridad de estructura. Sin embargo la emoción prerromántica contenida en obras
pianísticas de Mozart, como la fantasía en do menor, llegan con toda su fuerza
a la expresión beethoviana.
El mejor resumen de esa época, junto a obras de piano como la sonata para piano “Patética”, está sin
duda en los seis cuartetos opus 18 donde
se resumen sus experiencias en los instrumentos y en la orquesta.
La orquesta de las dos primeras sinfonías Beethovianas, está directamente influida por Haydn, sobre todo la primera, y aun siendo mucho más personal la segunda, las dos permanecen en la línea haydiana y mozartiana.
Las dos primeras sinfonías ensancharon el ámbito de la sinfonía clásica,
tanto por lo que se refiere la duración
real como por el concepto de sonoridad. El ágil minué de la primera sinfonía
anticipa los enérgicos scherzos de las obras ulteriores.
La acogida de la primera sinfonía fue contradictoria y
hubo entusiasmo e indignación (señalaron algunos críticos: “más una música militar que la de un conjunto
orquestal…” “Nos desgarra brutalmente el oído sin hablar nunca al corazón.”
En lo esencial la primera sinfonía en do mayor no se distingue nada de la producción corriente de la época, cuyas obras maestras son las últimas sinfonías de Haydn y Mozart. En el adiós del siglo XVIII, el corte sigue siendo tradicional y la orquesta típicamente haydiana. Sin embargo hay algunas particularidades que revelan ya el genio beethoviano. El minueto, es el movimiento más original. Es verdad que Beethoven lo llama minueto siguiendo la más pura tradición de la escuela de Mannheim, pero ahí tenemos ya un verdadero scherzo beethoviano reemplazando al antiguo minueto de Haydn o Mozart (en un tiempo dos veces más vivo además)
Beethoven - Symphony No 1 in C major, Op 21En lo esencial la primera sinfonía en do mayor no se distingue nada de la producción corriente de la época, cuyas obras maestras son las últimas sinfonías de Haydn y Mozart. En el adiós del siglo XVIII, el corte sigue siendo tradicional y la orquesta típicamente haydiana. Sin embargo hay algunas particularidades que revelan ya el genio beethoviano. El minueto, es el movimiento más original. Es verdad que Beethoven lo llama minueto siguiendo la más pura tradición de la escuela de Mannheim, pero ahí tenemos ya un verdadero scherzo beethoviano reemplazando al antiguo minueto de Haydn o Mozart (en un tiempo dos veces más vivo además)
Beethoven Symphony 1
Respecto a la sinfonía nº 2 en re mayor se ignora
la acogida que tuvo la obra, pero hay que señalar que al aparecer la partitura
al año siguiente, ésta suscitó comentarios tales como “monstruo mal parido…que incluso cuando pierde su sangre (en el final)
rabia y golpea en vano a su alrededor.” Escrita en 1802 el año de la
crisis, el del testamento de Heiligenstadt y de la agravación de su sordera
sin embargo la obra no tiene traza de tan funestos acontecimientos biográficos.
Es una obra de alegría desbordante en muchos pasajes. Pero como ha señalado el
musicólogo ingles Grove esta sinfonía es el punto culminante del antiguo
régimen, prerrevolucionario, de Haydn y Mozart, punto del que Beethoven va a
partir hacia regiones en las que nadie antes de él había osado aventurarse.
Beethoven Symphony No 2 Op 36
Los Conciertos para piano nº 1 en do mayor opus 15 y nº 2 en si bemol mayor opus 19. (1795)
Como
señalábamos, estos dos primeros conciertos para piano son tributarios de la
estética del siglo XVIII y demuestran claramente en el compositor una voluntad
de imponerse como pianista.
El concierto para piano nº 1 sin embargo fue el segundo compuesto y acabado y como el segundo fechado hacia fines del 1795 o 1796. Beethoven tuvo tan poca estima por este concierto como por el que le había precedido declarando que no pertenecía aun a uno de sus mejores en este género y reclamando indulgencia para una obra que él consideraba “ya como del pasado.” La orquesta es la misma que la de Mozart pero con dos clarinetes. Si la doble influencia estilística de Haydn y de Mozart se manifiesta en esta obra (el final más claramente por Haydn) sería injusto no reconocer en él acentos Beethovianos muy claros sobre todo en el movimiento central.
El concierto para piano nº 1 sin embargo fue el segundo compuesto y acabado y como el segundo fechado hacia fines del 1795 o 1796. Beethoven tuvo tan poca estima por este concierto como por el que le había precedido declarando que no pertenecía aun a uno de sus mejores en este género y reclamando indulgencia para una obra que él consideraba “ya como del pasado.” La orquesta es la misma que la de Mozart pero con dos clarinetes. Si la doble influencia estilística de Haydn y de Mozart se manifiesta en esta obra (el final más claramente por Haydn) sería injusto no reconocer en él acentos Beethovianos muy claros sobre todo en el movimiento central.
Ludwig van Beethoven - Piano Concerto
N°1 in C, op.15
En el concierto nº 2 volvemos a encontrar un juicio despectivo del autor “un concierto que no cuenta como una de mis mejores obras”, que suscitó no obstante después del estreno la crítica de Zeitung “el célebre señor Ludwig van Beethoven ha recibido la aprobación unánime del público.”
La orquesta es
pequeña y no participan ni clarinetes ni trompas.En el concierto nº 2 volvemos a encontrar un juicio despectivo del autor “un concierto que no cuenta como una de mis mejores obras”, que suscitó no obstante después del estreno la crítica de Zeitung “el célebre señor Ludwig van Beethoven ha recibido la aprobación unánime del público.”
El conjunto de seis cuartetos Opus 18 (1798-1800)
Los seis cuartetos de su opus 18, escritos entre
1798 y 1800, son efectivamente el mejor resumen de su primera manera, la que
parte de los modelos de Haydn y Mozart y define su personalidad. En el centro
de su segunda etapa creadora, rodeados de las obras más famosas, brillan con
luz propia los tres cuartetos de la opus 59 (1806-1807).
Más de una
década después, cuando ya había compuesto y estrenado las obras más
emblemáticas de su catálogo (Misa solemne, Novena sinfonía, las últimas
sonatas pianísticas), Beethoven abrió nuevos mundos a la música del futuro
abordando de nuevo el género cuarteto
Estos cuartetos opus 18 exhiben un vigor que apuntan,
pero solo apuntan a un mundo nuevo sonoro
La voz personal de Beethoven se nota ya paladinamente
en esta época; basta recordar la sonata patética, los tiempos lentos de los
seis primeros cuartetos y de Adelaida.
“Cuando ya ha asimilado la forma reina del clasicismo a
través de sus primeras diez sonatas pianísticas, además de las tres
violinísticas de la opus 12, varios tríos y el primer concierto para
piano y orquesta, el músico de Bonn se decide a finales de siglo a abordar el
cuarteto, y en un número de seis, similar al de sus modelos: los publicará al
fin el editor Mollo a lo largo de 1801 y, aunque con algunas reticencias,
pronto se constituyen en la flor más fina del estilo de su primera manera”
(Lenz).
Estilísticamente, no alcanzan los logros que el músico
consigue en sus sonatas pianísticas, pero le ayudan extraordinariamente a
definir las reglas de estilo clasicista heredado de sus maestros y a aclarar
las leyes de la polifonía instrumental, lo que repercutirá inmediatamente en
sus incursiones sinfónicas.
Su cronología:
1. Cuarteto núm. 3, opus 18/3 1798-1799
2. Cuarteto núm. 1, opus 18/1 1799-1800
3. Cuarteto núm. 2, opus 18/2 1799-1800
4. Cuarteto núm. 5, opus 18/5 1799- 1800
5. Cuarteto núm. 6, opus 18/6 1799-1800
6. Cuarteto núm. 4, opus 18/4 1800
Mucho más que el tercero, el Cuarteto nº 5 en La mayor está influido directamente de un modelo
mozartiano, concretamente el Cuarteto
número 18, K. 464;
comoquiera que se trata del quinto de la serie que Mozart dedicó a Haydn, la
ascendencia dieciochesca de este cuarteto beethoveniano es bien manifiesta. No
sólo toma la misma tonalidad que el de Mozart, sino también el mismo plan (no
habitual) de los cuatro movimientos, con un minueto en el segundo y un tema
variado en el tercero, flanqueados ambos por dos tiempos de sonata bitemática.
Incluso algunos temas utilizados no están lejos de los mozartianos. Como
sabemos, por Czerny, la admiración que Beethoven sentía por este cuarteto
mozartiano en La mayor ("¡He aquí lo que yo llamo una composición!"),
todos los datos casan bien.
String
Quartet No.5 in A major, Op.18 (1&2)
El cuarteto nº 6. La razón de su último lugar en la edición
puede estribar en la singularidad de su último movimiento, cuyo título, La
Malinconia (la
melancolía), suele dar sobrenombre a todo el cuarteto. Se aparta del mundo
neoclásico al que nos han acostumbrado muchos de los cuartetos de esta primera
parte, e incluso los demás tiempos de este mismo cuarteto, y abre nuevos
caminos que Beethoven recorrerá años más tarde.
String
Quartet No.6 in B flat major, Op.18 (1&2)String Quartet No.6 in B flat major, Op.18 (3&4)
El cuarteto nº 4 suele ser el preferido por el público. La modalidad menor de la obra, en un tono que Beethoven había ya utilizado con éxito en el tercero de los Tríos con piano, opus 1, en el tercero de los Tríos para cuerda, opus 9 y, sobre todo, en la Sonata pianística, opus 13, "Patética, ha decidido la buena acogida de este cuarteto desde comienzos del siglo XIX. Beethoven mismo, quizá incomodado porque el éxito de éste restaba méritos a algunos otros de la serie, no dejó de protestar con su acostumbrada sutileza: "Es una basura, bueno justamente para este cerdo de público".
Las Sonatas para piano
Durante
el primer periodo (las 15 primeras sonatas hasta 1802), Beethoven respeta por
lo general el gran esquema legado por los grandes compositores clásicos. Pero
ya se permite ciertas libertades como son: el remplazo del minué por el
scherzo; la alteración del orden tradicional de los movimientos; la aparición
de movimientos nuevos, por ejemplo “Marcha fúnebre”; la introducción lenta
delante del allegro inicial. Pero las modificaciones no afectan solo a la forma sino que el espíritu de la sonata cambia para hacer de ella un poema
apasionado, heroico, brusco, alegre o trágico.
Las sonatas de este primer periodo son las contenidas
en los Opus 2, 7, 10, 13, 14, 22, y las dos sonatinas Opus 49.
Las primeras sonatas para piano, especialmente la patética, y la sonata en re mayor opus 10 nº 7, también avanzaron más que las obras para piano de Haydn y Mozart, por la densa sonoridad, la expresión romántica, la ausencia de convencionalismos en las formas y un nuevo tipo de virtuosismo.
Las tres sonatas de la opus 2, núm. 1, 2 y 3. Fueron compuestas
entre 1794 y 1795 para clave o pianoforte, lo que indica la difusión del nuevo
instrumento. Están dedicadas a Joseph Haydn, su maestro en Viena, y aunque
adopta la forma clásica ya se percibe la inquietud, la semilla renovadora. La
tercera, en Do mayor, es la más conocida del grupo y su brillantez
alcanza adecuado sosiego en el espléndido tiempo lento. La op. 2 no. 2
introduce por primera vez en las sonatas al Scherzo
beethoveniano, en
lugar del clásico Minueto y que sería usado
ampliamente en toda su obra; el Scherzo no difiere en su estructura con el Minueto, pero si posee un carácter más incisivo y humorístico
que el segundo.
Sonata nº 4 en Mi bemol mayor, Op. 7
Escrita en 1797 está dedicada a una de sus
alumnas, la condesa Babette von Keblevics, parece que uno de los primeros
amores del músico. De ahí el subtítulo con el que fue conocida: "Die
verliebte" (La enamorada). Podemos considerarla la primera “Gran Sonata”,
apelativo que el propio Beethoven solía otorgarle.
Sonata nº 7 en Re mayor, Op. 10, nº 3
Beethoven compuso
las tres Sonatas pianísticas que agrupó en el Op. 10, núm. 1,2 y 3 entre 1796 y
1798, aún en la onda del más pleno neoclasicismo. Con la opus 10 no. 1 se
establece un tipo de sonata en tres movimientos (sin Minueto o Scherzo) que se suma al
tipo de cuatro movimientos (la Sonata op. 10 no. 2 también tiene tres
movimientos, pero la op. 10 no. 3 retoma el Minueto antes del
movimiento final). La misma obra inaugura la típicamente expresiva tonalidad de
do menor.
La Sonata en Re mayor, en cuatro movimientos, es la más importante de las tres y muestra ya una madurez sorprendente, especialmente en el famoso "Largo e mesto" (Lento y triste) de melancolía bellísima. Recordemos que la siguiente es la Sonata en Do menor, la famosísima Patética. El intenso y bello movimiento lento de la sonata para piano en re mayor opus 10 nº 3 es un poema musical en miniatura. Beethoven era ya un poeta de la armonía y este tipo de composición se observa una cualidad personal un compromiso emotivo directo, una suerte de melodía casi romántica que es algo nuevo en la música.
Beethoven, Sonata Nº 7 en Re mayor Opus 10 Nº 3.
Daniel Barenboim, pianoLa Sonata en Re mayor, en cuatro movimientos, es la más importante de las tres y muestra ya una madurez sorprendente, especialmente en el famoso "Largo e mesto" (Lento y triste) de melancolía bellísima. Recordemos que la siguiente es la Sonata en Do menor, la famosísima Patética. El intenso y bello movimiento lento de la sonata para piano en re mayor opus 10 nº 3 es un poema musical en miniatura. Beethoven era ya un poeta de la armonía y este tipo de composición se observa una cualidad personal un compromiso emotivo directo, una suerte de melodía casi romántica que es algo nuevo en la música.
Beethoven: Piano Sonata, n° 7, op. 10 no. 3 (G. Sokolov - 1968)
La "Gran Sonata Patética para clave o
pianoforte" es una de las más populares de todo el primer período
beethoveniano. Terminada en 1799, está dedicada al príncipe Cari von
Lichnowsky, y ostentó el título con que se la conoce desde el momento mismo de
nacer. Se la ha considerado la primera obra verdaderamente genial de Beethoven.
Schauffer llega a decir que con ella se crea la primera sonata moderna, al
establecer los principios básicos de estructura y cohesión con la relación
temática de sus tres movimientos. La Sonata op. 13 Pathetique también en do
menor, recurre a una introducción Grave en el transcurso
de todo el primer movimiento; es claro también el origen del tema.
Estas innovaciones
formales, así como las que se puedan encontrar en las sonatas anteriores,
estarán presentes y encontrarán desarrollo en obras de siguientes períodos,
como indica Pestelli: “En las primeras
doce sonatas para piano, Beethoven ha determinado ya todos los caminos que
puede recorrer en los próximos años”.
Pathétique"- 2nd mvt Adagio cantabile
Sonata núm. 10 en Sol
mayor, Op. 14/2
Las dos sonatas de la Opus 14, acabadas entre 1798 y 1799 en Viena y
dedicadas a la baronesa Von Braun son consideradas como prototipos de lo que
convencionalmente se denomina el primer estilo de Beethoven. Para quienes
consideran que la carrera de un artista es un forzoso progreso continuo, estas obras pueden marcar un punto
de retroceso, tras la popularísima e intensa Sonata Patética. Pero ésta era la
excepción, mientras que las dos Sonatas Opus. 14 son la regla, la norma, y
deben pues su espíritu a lo que era normal en los finales del siglo XVIII:
Libertad formal pero sin tragedias. Estamos aún, pues, en el neoclasicismo,
pero con muchas novedades.
Sonata nº 12 en La bemol mayor, Op. 26
Es uno de los frutos más originales del período. Hay en sus cuatro
movimientos una intención de librarse lo antes posible de rigideces formales,
de patrones del que ya comienza a considerarse viejo clasicismo, para así dar
paso a un aliento romántico. Son varias las razones que hacen de esta sonata
una obra distinta: Por un lado, la "Marcha fúnebre" y, por otro, la
adopción en el primer tiempo de las "variaciones", que otras veces
tuvieron en anteriores sonatas condición episódica.
El segundo movimiento sustituye ya sin ambajes el
viejo minueto con un Scherzo en Molto Allegro inequívocamente beethoveniano: Ya
están lejos Haydn y Mozart. Nada de la galantería y aun la frivolidad de la
sonata neoclásica, sino poder, garra y autoconfirmación. Es el tercer
movimiento, sin embargo, el que con su pequeño programa de la Marcha Fúnebre a la muerte de un héroe
indeterminado, contribuyó a facilitar y aun popularizar la recepción de esta
obra. Liszt, por ejemplo, tuvo con ella muchos triunfos y posiblemente aquí
bebió Chopin el ejemplo para la suya.
Sonata for Piano Op 26 No.12 in A flat major, 'Funeral
March' Barenboim
Piano Sonata No. 12 in A flat major, Op. 26 - III. Marcia funebre
Piano Sonata No. 12 in A flat major, Op. 26 - III. Marcia funebre
Las Variaciones
Es un lugar común en la bibliografía
beethoveniana el subrayar la importancia de la forma Variación, forma que recibió de sus mayores y a la que dotó de unas perspectivas de
futuro insospechadas. Puede decirse también que, junto a la forma sonata, la variación fue en Beethoven uno de los procedimientos clave a la hora de
su aprendizaje del oficio de componer, íntimamente unida al principio de la
improvisación.
Es constatable un uso constante tanto de
la forma variación, a menudo integrada en formas musicales más amplias, como, y
es lo verdaderamente importante, en la médula de su manera de desarrollar ideas
musicales, en el centro de gravitación de su música.
De esta primera
etapa, las compuestas entre sus veinte y treinta años son variaciones basadas
casi siempre en melodías y temas populares de óperas y ballets, como hacían
Mozart y sus contemporáneos. Hay bastantes sospechas para pensar que este tipo
de variación, muy ornamental, prefijadas de antemano nacían de la
improvisación, uno de los ejercicios imprescindibles en el músico de la época y
en el que el Beethoven anterior a la sordera se lucía con frecuencia,
manifestando el doble orgullo del instrumentista virtuoso y el del compositor
fácil y fecundo.
24 Variaciones sobre la
arietta "Vieni amore" de V. Righini en Re mayor, WoO 65 (1790-1791)
Constituyen sin
duda el ciclo más ambicioso de sus Variaciones tempranas, por la brillantez y
el deseo de agradar. El estilo es, por supuesto, muy ornamental, ligero,
cortesano, galante y algo superficial, pero Beethoven demuestra inventiva e
ingenio para singularizar cada una de las 24 Variaciones, con perfecto
conocimiento de todos los recursos estilísticos de la época y de un instrumento
aún no muy asentado.
24 Variaciones para piano sobre el aria «Venni Amore» de V. Righini, WoO 65.
24 Variaciones para piano sobre el aria «Venni Amore» de V. Righini, WoO 65.
Excelente análisis del Gran Beethoven. Muchas gracias.
ResponderEliminarGracias por tu atención.
ResponderEliminarYa lo conocía este extraordinario Análisis como explicaciones del genio de Bonn como su excepcional TRASCENDENCIA,lo leí esta misma lección texto como se le llame de muy niño cuando estudiaba Música Piano y Solfeo en los 80 en un antiguo libro de la Historia de la Música PERO como empedernido melómano que soy realmente estoy tan harto de leer durante décadas y de escuchar un debates que tanto BACH fue el más GRANDE como MOZART el más GRANDE los debates desde entonces se dispararon y NUNCA se llega a un Acuerdo tripartito digamos aunque muchos lo sostienen la clásica Trinidad Musical es sencillamente INAMOVIBLE,normalmente se sostiene que BACH es indiscutiblemente el PADRE de la MÚSICA MOZART la MÚSICA misma el fenómeno IRREPETIBLE por excelencia y el divino L.V.BEETHOVEN el Mayor MAESTRO de las formas y géneros Musicales como absoluto INNOVADOR sin rival,no obstante haciendo una valoración global francamente es sumamente difícil imponer a 1 sobre los 2 restantes diría que más bien imposible en todo caso las obras no se pueden medir matemática y exactamente sus genialidades no son magnitudes
ResponderEliminarBuenos noches. Es la gracia que tiene la música sea del género que sea: el debate y posiblemente no llegar al acuerdo. Hay tantos dioses en el olimpo musical que ¿ por qué elegir ? Cuando nos podemos quedar con tantos. Has mencionado casi a Santísima Trinidad!! :)) y estoy bastante de acuerdo en como los describes. Pero hay una cosa cierta incluso dentro de los más aficionados
ResponderEliminarHay quien no soporta a Bach, Beethoven les cansa y no aprecian la música de Mozart. Lo más hermoso de la música es la música misma y la sensibilidad personal hacia cada músico o hacia un estilo de hacer música. Los debates están bien pero no olvidemos que son algo extramusical. Dentro de esa Santa Trinidad yo no puedo elegir, ni medir me quedo con los tres. Me impresiona el milagro Bach, Mozart me pone los pelos de punta y Beethoven no puede decir más con menos. Los tres son sencillos y grandiosos. Saludos y muchas gracias por tu comentario y tu especial referencia al divino Beethoven.
Para terminar sinceramente no puedo resistir la tentación de ASEGURAR en todo caso que independientemente de las circunstancias pros y contras de cada gigante de la tradicional Trinidad Musical hay que al menos RECONOCER al margen de llegar más lejos o menos vivir más o menos sorderas cegueras circunstancias aparte positivas o negativas etc.. que MOZART en todo caso fue y es en todo caso el GENIO irrepetible y más fenomenal(que no significa necesariamente ser superior)por excelencia que ha existido no sólo en Música sino en toda la historia de la humanidad más que en función de su riquísima,monumental y variada obra en función de su exagerada precocidad,proezas sobrenaturales que realizó como sacar de oído a la perfección obras que sólo oía una vez dominar a una edad tan infantil todos los inatrumentos musicales con una maestría y dominios "aterradores" de hecho vi en un minidocumental del genio Salzburgués un entendido erudito musical que dijo:"de todos los grandes genios musicales MOZART es el más GRANDE por que tiene algo de "Satánico" "diabólico" como diciendo que sus proezas extraordinarias le dan como un carácter de estar "poseído" en todo caso bien es acertado que se le puede considerar definitivamente como el más grande GENIO que jamás haya dado la Humanidad en toda su historia hasta hoy,sencillamente IRREPETIBLE un FENÓMENO y GENIAZO así sale 1 cada 1000 años por lo menos y si acaso esa es mi definitiva CONCLUSIÓN
ResponderEliminarAh y he de añadir otra enorme curiosidad que claro merece la pena Albert Einstein el gigante de la CIENCIA que tocaba el violín y era mozartiano hasta la médula según confesó dijo que descubrió su gran Teoría de la Relatividad a base de escuchar cientos de veces la maravillosa y perfecta sonata para piano K448 a 4 manos del genio salzburgués mientras discurría y trabajaba su capital teoría y descubrimiento así como se asegura que escuchar la Música mozartiana mejora la inteligencia y fomenta cono estimula el rendimiento intelectual y estudiantil,esto está mucho mejor entendido leyendo los estudios del célebre profesor Tomatis que lleva o llevaba décadas estudiándolo y experimentandolo sobre todo con niños niñas y bebés
ResponderEliminarResumiendo la Música Mozartiana se excede de sus funciones musicales de Música cortesana de encargo,infinitamente más que eso
Muchas gracias por el interés de tu comentario. El milagro Mozart, sobre todo las impresionantes obras de sus últimos de años. Inexplicables salvo salvo por su genio. El efecto terapéutico de su música. También sobre los niños y tantas. Saludos
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