La musica italiana en Inglaterra con Geminiani
El virtuosismo de Tartini
LOS VENECIANOS: ALBINONI - BENEDETTO Y ALESSANDRO MARCELLO.
Y si seguimos la música instrumental veneciana del Siglo XVIII, no podemos
dejar de mencionar a otras glorias de la musica veneciana que aunque no alcanzaron el renombre de
Antonio Vivaldi, son fundamentales para completar el panorama del concierto
veneciano.
ALBINONI (1671-1750)
Extraído de http://www.refinandonuestrossentidos.com/archivos-2010-sitemap/tomaso-giovanni-albinoni/ Por (Oscar N. Ledesma)
No deja de ser
curioso que la fama presente de un hasta ayer ignorado compositor veneciano del
siglo dieciocho, nazca de algunos breves compases de su pluma (o tal vez ni
eso...) aderezados por el musicólogo italiano Remo Giazotto (1910-1998) en un Adagio cuya popularidad ha resultado equiparable a la de muchos de
los llamados hits de la música popular. Pese a su carácter espureo estos siete
minutos de música sentimental han servido a rehabilitar el nombre de Tommaso
Albinoni más que lo que hubiesen logrado largos y áridos estudios
musicológicos.
Ottoboni, cardenal desde los 22 años, daba frecuentes
conciertos en su palacio de Roma. Era un preclaro mecenas y había ayudado
eficazmente a Arcangelo Corelli. Albinoni dedicó al cardenal su primera obra
instrumental, la serie de Sonate à tre del Opus 1.
En estos primeros años de composición, Albinoni no
pareció buscar una protección directa de la que pudiese extraer beneficios
materiales. Era el aficionado que escribía música como entretenimiento y no
para obtener dinero. Por esa época el mismo agregaba a su nombre el título de "musico di violino e dilettante
veneto". El músico veneciano unía al desinterés del
"amateur" un perfecto conocimiento de la composición musical, por lo
que a partir de 1711 comenzó a considerarse un "profesional".
Precisamente, luego de esa fecha que corresponde a la publicación de su Opus 6, suprime Albinoni de su título
de "dilettante veneto", conservando lo de "musico di
violino".
Esta modificación parece ligada a las dificultades
financieras surgidas luego de la desaparición de su padre en 1708. Se afirma
asimismo que el compositor se vio obligado a dar lecciones de canto y que abrió
una escuela de renombre.
Violinista y compositor reputado, Albinoni, fue en su
tiempo reconocido especialmente como autor de óperas. Ya a los 24 años había
obtenido resonantes éxitos, en tanto que Vivaldi recién abordaría el género
lírico muchos años después.
En 1694 Albinoni inauguró su catálogo con Zenobia, Regina dei Palmironi y
durante medio siglo produjo más de cuarenta dramas destinados a los teatros
venecianos.
En su época fue famoso compositor de
ópera, escribió una cincuentena de óperas, de las cuales 28 se representaron en
Venecia entre 1723 y 1740, pero actualmente es más conocido por su música
instrumental, especialmente sus conciertos para oboe. Su producción musical
incluye 9 opus impresas de las que 5
son sonatas para tres y 4 son de sinfonías o conciertos para cinco. Sobre todo
las sinfonías, de destacada originalidad, sitúan a Albinoni, aunque en menor posición,
al lado de Vivaldi y de Benedetto Marcello, entre los talentosos músicos del
concierto instrumental veneciano del siglo XVIII.
Su música instrumental
atrajo la atención de Johann
Sebastián Bach, quien escribió al menos
dos fugas sobre temas de Albinoni y utilizó constantemente sus bajos como
ejercicios de armonía para sus alumnos.
En cuanto a su
música instrumental, se halla ligada a un tiempo con la tradición representada
por Marcello y con el movimiento renovador emprendido por Vivaldi. En nueve Opus publicados de 1694 a 1722,
producción restringida si se la compara con los 450 conciertos de Vivaldi,
Albinoni da pruebas de la doble afinidad de su profunda naturaleza. Sobresalen,
de todos modos, los rasgos que hacen a un precursor, que al decir de Claudio
Sartori, “fue un visionario genial que presintió las innovaciones del
romanticismo musical y otorgó a su temática una plástica original que anticipa
el estilo sinfónico.”
Si son muchos los rasgos en común con su conciudadano
Vivaldi, ciertos trazos individuales lo distinguen como contribuyente original
del patrimonio sonoro del período que le tocó vivir. Su música, aún en los
momentos más jocundos, retiene un aire digno, así como en los movimientos
lentos alcanza notable serenidad. Su labor exploratoria no será la de un
Vivaldi, pero su fuerza melódica es inusual.
De la serie completa de Conciertos Op. 9 y Op.
10 podemos destacar:
El Opus 9, representa el último Opus numerado del compositor bajo el
título de Concerti à cinque. Fue editado en Ámsterdam en 1722 y
comprende doce conciertos: cuatro de ellos destinados a un oboe solista, cuatro
a dos oboes, y finalmente, los cuatro restantes simplemente escritos para
cuerdas. Posiblemente sea esta serie la obra cumbre de la producción del músico
veneciano.
El Concierto
en Sol menor, Op. 9 Nº 8 (para oboe) se destaca por la fiereza bajo control
de su Allegro introductor de considerable desarrollo temático. El Concierto
en Fa Mayor, Op. 9 Nº 3 (para dos oboes) ofrece en cambio, un atractivo
Adagio en el estilo de un Siciliano y amplia oportunidad de lucimiento para
ambos solistas en los movimientos rápidos. Los Conciertos para violín (Concierto
en Si bemol Mayor, Op. 9 Nº 1 y Concierto en Sol menor, Op. 10 Nº 8)
son obras de carácter expansivo. En él Concierto en Si bemol mayor el
Adagio es amplio e intenso, en tanto que un enérgico Allegro y un gozoso Finale
enmarcan a un calmoso Largo en el Concierto en sol menor.
No obstante, sobre todo los de violín son conciertos
en los que el violín solista apunta tímidamente aún, estando mucho más cerca de
los concerto grosso de Corelli que de los Concertos per soli de Vivaldi como se
ve en el nº 1 opus 9
BENEDETTO
MARCELLO. (1686-1739)
Célebre compositor veneciano de origen aristocrático,
participó activamente en la vida literaria y musical de Venecia, conocido como
el príncipe de la música, apelativo que le vino sobre todo por la creación de
una imponente colección de 50 salmos, titulada “Estro Poético Armonico”,
su más grande y famosa obra. En estas composiciones, insólitas en la tradición
musical italiana, Marcello se descubre como un músico vigoroso y dramático. Características
que se encuentran en su música vocal,
teatral e instrumental: Los conciertos a cinco, las sonatas para clave,
las sonatas para flauta, los oratorios Giuditta y Gioaz , las canzioni
madrigalescas e arie per camera , Arianna.
ALESSANDRO
MARCELLO (1684-1750)
Coetáneo de Antonio Vivaldi y hermano de Benedetto , aunque de menor fama
que él , compuso y publicó varios grupos de conciertos, incluyendo conciertos bajo el título de La cetra (la lira), así
como cantatas, arias, canzonettas y sonatas para violin.
Aunque sus obras se tocan con escasa
frecuencia hoy en día, Marcello está considerado como un compositor muy
competente. De acuerdo con el diccionario Grove
Dictionary of Music and Musicians: «Sus conciertos de La cetra son inusuales por sus partes de
instrumento de viento solista, junto con un conciso empleo del contrapunto al estilo vivaldiano, elevando su categoría a la más reconocida dentro del concierto clásico
veneciano barroco».
La Exportación de Corelli a Inglaterra. FRANCESCO
GEMINIANI (1687-1762)
En 1714 se estableció en
Gran Bretaña y se consagró como virtuoso del violín. Tras el fallecimiento de Henry
Purcell a finales del siglo
XVII, Inglaterra se quedó sin figuras destacables en el ámbito musical, por lo que fueron
compositores extranjeros los que, a lo largo del siglo
XVIII, marcaron la evolución
musical: Giovanni Bononcini en la ópera, Haendel en la
música religiosa, y Giuseppe Sammartini y especialmente Francesco Geminiani en la música instrumental.
De su producción destacan
sus concerti
grossi opus 2 y opus 3 y El Bosque Encantado. A través de sus
enseñanzas transmitió la tradicion, la técnica y el estilo de Corelli en Inglaterra a las
generaciones posteriores. Su estilo es más apasionado y expresivo que el de su
mentor Corelli y se basa en la
explotación de los recursos virtuosísticos del instrumento. Escribió El arte de tocar el violín, valioso
tratado sobre la técnica de violín publicado por primera vez en 1730; aún hoy
día se utiliza como manual de consulta por su contenido sobre la interpretación
en el siglo XVIII.
Geminiani hizo arreglos de las célebres sonatas para violín Op.5 de Corelli
publicadas en 1700. En estas adaptaciones Geminiani mantuvo el material
temático y la estructura armónica básica, pero extendió el carácter imaginario
de la música por medio de texturas más ricas y el empleo de novedosos
desarrollos técnicos. No obstante, la claridad formal y el idioma expresivo de
Corelli están cuidadosamente preservados. Geminiani editó otros arreglos de la
música de Corelli y de sus propias obras, al parecer, con una intención
didáctica. Deseaba que la música de su maestro estuviera disponible para una
mayor cantidad de intérpretes de cuerda y no solamente para un solista con un
continuo.
TARTINI (1692-1770). El virtuosismo
El violín del siglo XVIII no solo conoce un decisivo paso hacia la profundidad
sobre todo de la mano de Vivaldi sino también los grados más exultantes de
virtuosismo. Tal es el caso entre otros de Tartini (1692-1770). Su vida
agitadísima, crea en torno suyo una especie de aureola demoníaca que parecerá
seguir con Paganini en el siglo siguiente. El virtuosismo de Tartini (ya es
significativo el de trino del Diablo para su sonata más famosa) se engarza
dentro de un gran derroche lirico.
Dice la
leyenda acerca de la composición de esta sonata que fue inspirada por el
mismísimo Diablo:
"Una
noche, en 1713, soñé que había hecho un pacto con el Diablo y estaba a mis
órdenes. Todo me salía maravillosamente bien; todos mis deseos eran anticipados
y satisfechos con creces por mi nuevo sirviente. Ocurrió que, en un momento
dado, le di mi violín y lo desafié a que tocara para mí alguna pieza romántica.
Mi asombro fue enorme cuando lo escuché tocar, con gran bravura e inteligencia,
una sonata tan singular y romántica como nunca antes había oído. Tal fue mi
maravilla, éxtasis y deleite que quedé pasmado y una violenta emoción me
despertó. Inmediatamente tomé mi violín deseando recordar al menos una parte de
lo que recién había escuchado, pero fue en vano. La sonata que compuse entonces
es, por lejos, la mejor que jamás he escrito y aún la llamo "La sonata del
Diablo", pero resultó tan inferior a lo que había oído en el sueño que me
hubiera gustado romper mi violín en pedazos y abandonar la música para
siempre...."
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