Desde sus primeras óperas francesas y sus escritos, Gluck retorna a la simplicidad, a lo natural (influido por Calzabigi y J.J Rousseau). Busca expresar los sentimientos humanos con la mayor exactitud, somete la música a la poesía y otorga una primordial importancia al libreto.
Suprime el prólogo, el aria da capo, el clavecín
en la orquesta y todos los ornamentos y voces que carezcan de relación con la
expresión pero conserva la obertura instrumental que viene a sintetizar el
carácter y espíritu de la obra. La orquesta juega un papel expresivo y acompaña
a los recitativos. Gluck introduce el trombón en la orquesta y emplea de manera
muy personal el timbre de cada instrumento. Su genio le sitúa entre los
auténticos creadores de la opera moderna.
En el prefacio de Alceste , Gluck nos
ofrece un resumen perfecto de los principios esenciales de su pensamiento
dramático: “Es necesario despojar a la
opera de todos los abusos que la hacen enojosa y deplorable abusos debidos sobre todo a la vanidad de los
cantantes y a la actitud servil de los compositores ; la música , en la ópera ,
debe secundar a la poesía en la expresión de los sentimientos y de las
situaciones; deben desparecer todos los ornamentos que interrumpen la acción;
la obertura debe preparar a los espectadores y resumir por así decirlo , el
argumento; el conjunto instrumental debe regularse con arreglo a la pasión
nacida de las situaciones ; el transito del recitativo al aria no puede suponer
una interrupción en la marcha dramática. Mis esfuerzos deben reducirse a
conseguir una bella simplicidad. La simplicidad, la verdad y la naturalidad son
los grandes principios de lo bello en todas las producciones del arte.”
Gluck no inventa nada, sus máximas favoritas
las encontramos en todos sus contemporáneos,
pero solo él tuvo la serenidad y el coraje para llevar a la práctica estos
postulados. Nada como la vitalidad de
Gluck al igual que Haendel y Bach para distinguir al dieciocho francés y
alemán.
Solo Gluck fue capaz de llevar a la opera el cosmopolitismo del siglo XVIII. Con
facilidad genial ha dominado los dos estilos que en la opera se presentaban
como antagónicos: el francés y el italiano: La pompa, la dignidad, el sello
teórico de la opera francesa y la melodía, ligereza y hermosura melódica de la ópera
italiana. El resultado es una obra que triunfa igualmente en Roma, en Paris y
Viena , con más claridad y profundidad en estas últimas.
La gran revolución de Gluck se halla en algo
estrictamente musical: en la obertura que es ya un resumen del drama.
Sabido es el interés romántico por la obertura de Ifigenia in Aulide. Aquí hallamos por primera vez el germen de
la forma sinfónica más apreciada del romanticismo. La estructura esencial de la
forma sonata, la estructura bitemática, entra en la obertura y despliega todo
su gran dinamismo entre los instrumentos. Muchos románticos, Wagner desde luego,
encuentran ahí el punto de partida de toda la apoteosis sinfónica posterior.
La importancia de
Gluck se debe a que propugnó la primera gran reforma de la ópera - la segunda
correspondería a Ricardo Wagner un siglo después - de hecho ambos compositores,
a pesar de la distancia en el tiempo, compartían bastantes planteamientos
teóricos sobre el drama musical, como queda reflejado en el manifiesto
wagneriano "Oper und Drama". También es evidente la influencia de
Gluck sobre el joven Mozart. Sin embargo, a diferencia de la ópera
mozartiana, los personajes gluckinianos son todavía héroes mitológicos
encumbrados. Se puede decir que Gluck representa la cumbre de la denominada
opera seria, género que si bien reformó, no logró salvarlo de una muerte
segura.
Gluck es el máximo
y genial exponente del tránsito musical del arte barroco al neoclásico.
Vida y Obra. (1714-1787)
Compositor Alemán de origen Germano-Bohemio.
Llevado a Milán por el Príncipe Lombardo Melzi en 1737,
será alumno de Sanmartini y continúa
sus estudios durante 4 años. Debuta en el teatro con Artaserse que es acogida con gran éxito. Compone a partir de
entonces sus primeras diez operas. Las óperas de esta época permanecen fieles
al cuadro de la ópera italiana. Ya célebre, Gluck viaja a Londres en 1745,
donde conoce a Haendel en la
apoteosis de su carrera londinense.
En Orfeo rompe con el cuadro tradicional:
la declamación no es algo independiente de la melodía; el Aria tiene una línea
melódica apasionada y sencilla extraída de la situación dramática; la orquesta
ágilmente dispuesta para lo descriptivo, se separa de los procedimientos al uso
y la mitología toma formas de una
emoción contemporánea y viva. En fin, se inicia un cambio decisivo en la época
Europea y en donde ya se aprecian los elementos esenciales de la reforma
Gluckiana.
Su llegada a Paris es acogida con expectación y
entusiasmo en los círculos musicales muy
ayudado por María Antonieta, perfecta
embajadora de los músicos alemanes. Estrena en Paris su primera ópera Francesa,
Ifigenia in Aulide (1774). También hace una traducción al francés de
Orfeo y de Alceste. Gluck entra ahora en la fase decisiva de su triunfo a sus
60 años.
Ifigenia, Orfeo y Alceste llenan de pasmo al público
de Paris. Ninguno de los tres estrenos tuvo un éxito apoteósico inicial. Pero
poco a poco, a través de cada representación, pasada la sorpresa inicial del público
que ve y oye cosas fuera de los cuadros
de la época , Gluck se hace dueño de la opera parisiense. La ópera francesa
volvía a alcanzar el grandioso esplendor de los tiempos de Lully.
La polémica entre los defensores de la ópera
italiana y los de la francesa cambia de signo. Rousseau entre ellos se pone de parte de Gluck. Por fin se responde
a las aspiraciones que se ven realizadas en su música. La simplicidad, vuelta a
la naturaleza, primacía de la pasión, se realizan en las obras de Gluck que
recogen toda la grandeza escénica y el esplendor ordenado de la tragedia
clásica francesa.
Glukistas y Piccinistas ( que no Piccini que
afirma su admiración y respeto por Gluck ) rivalizan en la época , aunque
prevalece en todo momento el genio de Gluck.
Consolidado su éxito, vuelve a Viena donde pasa
rodeado de halagos sus últimos años. Trabaja en una ópera alemana sobre texto
de Kloptosk, celebrando la independencia de Germania, claro síntoma de la
dirección nacional que tomaban las preocupaciones alemanas.
En el final de su vida trabaja en una colección
de Lieder que interesan en el cuadro de la música alemana. La melodía, la forma,
apuntan ya al tipo de lied romántico cuya historia empieza con Mozart y Beethoven.
Gluck supera la estética del rococó para caer de
lleno en el barroquismo que lleva en si las premisas de la explosión romántica.
El arreglo que hizo Wagner de la obertura de Ifigenia tiene todo el énfasis de
un gran triunfo romántico.
Oímos Ifigenia en Aulide, Primera ópera que Gluck compuso para París, y con
la que alcanzó la cima de su obra reformadora.
Para terminar con la opera del barroco Italiano y
Francés oiremos algunas oberturas operísticas que muestran la diversidad de
ambos estilos. Desde el estilo alegre, ligero y virtuoso de los italianos (Vivaldi,
Galupi, Pergolessi y Cimarosa) al estilo elegante y ornamental, más serio y
dramático de Rameau, para terminar con Gluck, síntesis de ambos estilos y
ejemplo de bella simplicidad.
A modo de conclusión sobre
el tema de la ópera del barroco, cerraremos destacando las diferencias entre la
ópera Italiana y francesa. Para ello seguimos el estupendo Post de José De Lara en el que trata estas
diferencias. http://josedelara.blogspot.es/1288488960/. Transcribo textualmente:
“A principios del siglo
XVIII están completamente establecidos los instrumentos necesarios para crear
una orquesta y el número de obras creadas tanto en Italia, Alemania y Francia
dan una referencia importante para estudiar los logros alcanzados hasta ese
momento.
La ópera en Italia como en
Francia, por ser naciones del arco latino, no son tan diferentes la una de la
otra, sin embargo el carácter dramático de cada una de ellas es notoriamente
distinto.
A finales del siglo XVI,
Florencia fue el primer centro donde germinó la semilla de la ópera. La
Camerata Florentina o Camerata Bardi, movimiento musical en el que participaban
compositores, poetas y aristócratas, sentó los principios del nuevo género,
destacando en esta tarea Vicenzo Galilei, Giulio Caccini y Jacopo Peri. Fue su
pasión por el teatro griego, la que les llevo a imitar con el canto la palabra
hablada. Los expertos consideran que la primera ópera en sentido estricto
producida por los florentinos fue Daphne de Jacopo Peri, representada en 1567.
No obstante, desde un punto de vista estilístico, cabe atribuir ese mérito a
Orfeo de Monteverdi.
Fueron los venecianos, a
partir del establecimiento de Monteverdi en dicha ciudad, los continuadores de
este primer período florentino. Las óperas venecianas de Monteverdi fueron cruciales en el proceso de formación
del género. Seguidores de Monteverdi como Pier Francesco Cavalli, Alessandro
Stradella y Pier Antonio Cesti introdujeron más arias y efectos teatrales que
fueron configurando un gran espectáculo.
En la escuela napolitana
brilló la figura de Scarlatti, a quien se le debe el perfeccionamiento del aria
de capo, el establecimiento de la obertura a la italiana (rápido – lento –
rápido: forma tripartita de la introducción instrumental de la que nacería la
sinfonía) y el efecto dramático de efectos orquestales.
Es en el siglo XVIII cuando
llega a su gloriosa madurez la música barroca, la centuria inicia en Italia con
las etéreas sonatas de Arcangelo Corelli, continua con las luminosas
composiciones de Tomaso Albinoni y alcanza su máxima perfección con Antonio
Vivaldi, verdadero maestro de la arquitectura contrapuntística con los doce
concerti grossi agrupados en L´ Estro Armónico (título traducible como La
invención armónica).
Será el afamado escritor
Pietro Metastasio (1698 – 1782) quien, a través de numerosos dramas convertidos
en libretos, acuñe una tipología dramática e imponga a la ópera una rígida
preceptiva que estará vigente hasta bien entrado el siglo XIX.
Sin embargo, esta solemnidad
excesiva del modelo abrirá las puertas a una de las más felices invenciones de
la época, un tipo de ópera más ligera e ingeniosa, basada en temas de la vida
cotidiana (más o menos idealizada) y con tramas de mayor o menor verosimilitud,
llamada a tener un extraordinario éxito de público. Su creador fue Giovanni
Battista Pergolesi, que desarrollará la nueva fórmula siguiendo el género
teatral típicamente barroco de la comedia de enredo y produjo la primera obra
maestra de esta tipología, La sierva patrona (1733).
A partir de este
momento, y durante casi un siglo, el género se escindió en dos ramas paralelas,
la ópera seria y la que suele llamarse impropiamente “ópera bufa” en razón de
su talante desenfadado y humorístico
La ópera italiana del
Barroco está escrita para voces sumamente virtuosas, para artistas cuya caja
torácica, tráquea y comunicación nasal sean singulares, las cuales por lo
general son de razas mediterráneas. Reclama cadencia, ritmo, trabajo agobiante,
ensayos interminables y por supuesto, capacidades vocales únicas.
Una de las características
del Barroco musical es la deformación de la naturaleza humana para buscar voces
sumamente bellas, ¿cómo conseguir una voz tan suave, nítida y dulce como la de
la soprano, pero a la vez potente, ágil e impactante como la del tenor?: la
castración.
Fue muy empleada en Italia
en la segunda mitad del siglo XVII y durante el siglo XVIII y produjo, según
los testimonios de la época, las voces más bellas de todos los tiempos, el
sonido más próximo a las voces de los ángeles. Se cree que Farinelli podía
sostener una nota durante más de un minuto.
La ópera
desarrollada en Italia está más definida por el contrapunto y la emoción
combinados para crear una serie de obras encaminadas a coronar las virtudes
vocales del cantante. Busca impresionarnos con su gran aparato y hermosura en
una arquitectura sonora desafiante a la naturaleza por sus grandes exigencias.
En este contexto
debemos hacer mención de Jean-Baptiste Lully, es el creador de la ópera
francesa.
El más grande
compositor francés del siglo es, sin lugar a dudas, Jean Philippe Rameau. Fiel
al estilo antiguo de Lully que le precedió, es verdad que tiene influencias de
la ópera italiana, sin embargo el carácter dramático (el cual es dominante) le
diferencia netamente. En algunas notas, como las Ouvertures de Platée, podemos
observar, sin embargo, que Rameau a pesar de componer en un estilo casi de un
siglo atrás, parece adelantarse a su tiempo. Toma de los temas mitológicos el
contexto necesario para ambientar las óperas. Un antiguo y a la vez, moderno.
Antiguo, porque continuó dentro de los sistemas establecidos por Lully; moderno
porque se atrevió a crear algo diferente dentro de estos mismos parámetros.
En cuanto a la naturaleza de
las voces; la castración no fue empleada en Francia, los franceses por lo general
siempre han sido más respetuosos de la naturaleza humana por lo que este acto
siempre fue mal visto en esa nación. Además, los philisophes argumentaron la
monstruosidad de semejante acción. Por lo que las voces en Francia corresponden
más a la mezzo, soprano y al tenor.”
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