- Papá Haydn. Un hombre tranquilo, alegre y prodigo
- Su Música vocal: Las Siete Palabras. La Creación. Las Estaciones. Misas
- Obras concertantes: concierto para violoncelo en re mayor; el concierto para clave o piano en re mayor y el concierto para trompeta en mi bemol.
- Padre del cuarteto de cuerdas
- Las sonatas para piano
HAYDN (1732 – 1809)
Su vida
Hay una frase del mismo Haydn que nos sirve para
definirlo de manera deliciosamente perfecta: “cuando pienso en Dios mis notas surgen copiosas como el agua de una
fuente. Si Dios ha querido darme un corazón alegre, me perdonará que le sirva
alegremente.” Así es su vida sencilla, alegre y prodiga.
Nace el 1 de abril de 1732 en Rohran, pequeño pueblo
austriaco en la frontera con Hungría. De familia muy humilde, después de sus
primeras lecciones con el maestro de Rohran, pasó a Viena protegido por Reuter,
músico de la corte. Hace todos sus estudios musicales y conoce y se relaciona
con el célebre poeta Metastasio y el
compositor Porpora. Después de su
formación musical, la vida de Haydn transcurre al servicio de los grandes
señores austriacos. Primero entrará al servicio del Conde Morzin y después (1761) ocupará pronto una importante función
como maestro de capilla de los príncipes Esterhazy, que le exigen una tarea
abrumadora.
Por las mañanas Haydn compone, por la tarde ensaya con
los músicos y por las noches dirige la ejecución de sus obras. Debido a su
carácter alegre, se adapta bien a esta labor incesante y a esta situación de
falta de independencia.
En 1781-1782 conoce a Mozart con quien entabla una
amistad y admiración mutua. Haydn y Mozart se profesaban reciproca admiración.
Mozart no solo dedicó a Haydn su gran conjunto de seis cuartetos (Nos 14 a 19),
sino que además lo defendió de palabra y de hecho. De este modo, cuando un
pianista de la época actuaba en Viena, se burló de un pasaje de uno de los
cuartetos de Haydn con esta frase. “yo no
lo habría compuesto de ese modo”, Mozart le contestó: “Yo tampoco, ¿y sabéis por qué? Porque ninguno de nosotros habría
concebido tan excelente idea.” Haydn retribuyó esa actitud, y cuando criticaron
en su presencia a Don Juan, dijo: “No
puedo zanjar esta disputa, pero una cosa sí sé: Mozart es el más grande
compositor que el mundo posee hoy.”
A pesar de su alejamiento en el castillo de Esterhazy,
la música de Haydn triunfaba y se publicaba en toda Europa. En 1790 cuando
muere el príncipe, se libera de 29 años de servidumbre y Haydn renuncia a su
puesto, goza de su libertad y visita las principales capitales europeas,
especialmente Londres en donde es recibido calurosamente.
En Londres compondrá sus sinfonías londinenses
(primera serie de la nº 93 a 98.) Adoptado por Inglaterra, vuelve en 1794 y
obtiene el mismo éxito. Otra vez en Inglaterra compone su segunda serie de
sinfonías londinenses (99-104).
Rehusando fijar su residencia en Londres, volverá a
Viena. Haydn compondrá en Viena aun seis misas, cuartetos de cuerda y sobre
todo sus oratorios, La Creación y Las
Estaciones. Papa Haydn, querido entrañablemente por los vieneses, incansables
en sus pruebas de entusiasmo, morirá el
31 de mayo de 1809. Moría poco
después de la entrada de Napoleón en Viena, cuando Beethoven, buen admirador
suyo, pero impaciente discípulo, está ya en los comienzos de su gloria y del
que Haydn ya en 1793 pronosticaba “Beethoven
será a su tiempo uno de los compositores más grandes de Europa.
Haydn fue el creador de la sinfonía clásica. Mozart
fue el primero en saber cuánto debía en este terreno de la sinfonía a su viejo
amigo, y el mismo Beethoven, rindió homenaje al maestro que había abierto la
vía hacia el futuro.
Su Obra
Poco dotado para el drama lirico, compone apenas cinco
obras de circunstancia de poco interés. Entre su música religiosa encontramos
26 misas, dos Réquiem, varios Motetes y Salmos. Sus oratorios: las Siete
palabras de Cristo 1785, La Creación
1798 y Las Estaciones 1801, orientan el
género hacia una concepción más profana, ya romántica y con la búsqueda de
efectos descriptivos.
Haydn convierte la Sinfonía en una de las grandes
formas de la música instrumental. Escribirá ciento cuatro sinfonías muy clásicas
en cuanto a la construcción. Compone una admirable música de cámara y se le
puede considerar el creador del cuarteto
de cuerdas: compone setenta y siete y en algunos se deja ver la influencia de
Carl Philipp Emanuel Bach así como en parte de sus sesenta y ocho sonatas para
piano forte. También compone tríos y divertimentos con parecida prodigalidad.
La Ópera y el Oratorio.
Cinco melodramas y numerosas operas cómicas fueron compuestas de encargo para el teatro del príncipe. Como obras de
ocasión se acogen al estilo del tiempo sin intentar ninguna innovación. Y es
que Haydn carecía de sentido dramático. Comprendía la necesidad de una
renovación y buena prueba de ello es su admiración por las óperas Mozart.
Mucho más interesante es su música religiosa. Tampoco
Haydn se sale aquí del cuadro italiano. Pero en las misas, en el Stabat Mater,
en las Siete Palabras, nos muestra
su beata religiosidad, su serenidad espiritual, que canta las cosas
divinas con el mismo lenguaje encantador
de sus obras profanas.
Dos obras de la vejez marcan la culminación de estas
formas: Los oratorios: las Estaciones
1801 y la Creación 1798. Estas obras abundan en pasajes que representan
algunas de las descripciones naturales más encantadoras que la música puede
ofrecer. Una técnica magistral de voces y de los instrumentos, consiguen dar a
la dulzura y la serenidad, un espontaneo
halo de grandeza.
En estas obras Haydn pone solo lírica, pero es una
lirica sonriente y perfecta para cada situación. Estas obras definen un estado
de religiosidad típico de lo mejor de su siglo; son valores católicos de
confianza, de ternura, de libertad en la expresión, colocados ya en el mismo
comienzo de la tempestad Beethoviana.
Las Obras Concertantes
Al contrario que Mozart, Haydn se interesó
relativamente poco por el concierto y practicó este género sobre todo durante
su juventud, antes y después de su entrada al servicio de los Esterhazy y con
el fin de valorar el virtuosismo de los músicos que tenía a sus órdenes. Los
únicos conciertos de la madurez de Haydn y de verdadera importancia son el
concierto para violoncelo en re mayor
( 1783) y el concierto para clave o
piano en re mayor ( 1784) y el concierto
para trompeta en mi bemol ( 1796) a lo que puede añadirse una sinfonía
concertante (1792).
De los seis conciertos para órgano y orquesta Hob.
XVIII nº 1, 2, 5, 6, 8 y 10, el número 1 en do, es el más
atractivo de los seis.
Conciertos para clave o piano y orquesta. Hob XVIII,
números 3, 4, y 11 entre los que se destaca el célebre Concierto re mayor Hob. XVIII nº 11
De los tres conciertos para violín y orquesta Hob. VIIa:
nº 1 en do, nº 3 en la y nº 4 en sol, el más célebre es el concierto en do mayor nº 1. Escrito solo para una orquesta de cuerda,
este concierto sigue sin embargo impregnado a la vez del espíritu barroco
austriaco e italiano, como testimonian la factura sonora y temática del
conjunto y la frecuencia de sus ritmos con puntillo. El adagio en fa mayor, es
uno de los más bellos del joven Haydn.
Los dos
conciertos para violoncelo y orquesta Hob VIIb: numero 1 en do y número 2
en re.
El concierto en do mayor nº 1 es una página extraordinaria. Su final, allegro molto, es un verdadero
fuego de artificio, de un impulso y de un ardor que le convierten casi en un
movimiento perpetuo si se exceptúa que no es uniforme desde el punto de vista
rítmico y melódico.
El Concierto en re mayor nº 2 es uno de los más bellos de toda la literatura violonchelista. Va mucho más
allá que el escrito en do en la explotación de las posibilidades técnicas del
instrumento. Es una de las obras de Haydn más centradas en la belleza melódica.
Los conciertos para instrumentos de viento y orquesta:
para trompa en re mayor Hob VIId nº 3
y para trompeta en mi bemol
Hob VIIc nº 1.
El concierto para trompa es uno de los conciertos más
logrados del joven Haydn.
El concierto para trompeta, es de los pocos compuestos
en la edad madura. Las cualidades rítmicas, pero también melódicas de la
trompeta son explotadas a fondo. El andante cuyo tema nos recuerda el comienzo
del himno austriaco que Haydn compondría al año siguiente se hunde ya en pleno
romanticismo. Una obra muy popular que no fue editada hasta el siglo XX.
En la sinfonía concertante para oboe, fagot, violín, violonchelo y orquesta
en si bemol ( Hob I 105 ) la escritura instrumental
es extremadamente rica y en el podemos encontrar un bello ejemplo del interés
que Haydn tuvo toda su vida por el fagot.
Los Cuartetos de cuerda:
Fuente: extraído de:
Cito textualmente:
“Para sus
contemporáneos y gran parte de los musicólogos Haydn fue nada menos que el “inventor” de dos de los géneros
instrumentales que la posteridad acabaría situando como piedras angulares de la
historia de la música occidental: la sinfonía
y el cuarteto de cuerda.
En un
sentido más literal cabría ciertamente atribuirle la invención histórica de
procedimientos formales a partir de patrones más o menos establecidos. Pocos
géneros como el cuarteto de cuerda permiten ejemplificar esta aportación en
toda su dimensión, como si Haydn hubiera practicado este formato como el mejor
posible para experimentar con su creatividad.
No hay
duda de que el extraordinario talento de Haydn en la manipulación de estas
formas musicales de prolongada vigencia histórica fue el legado más preciado
que heredaron las generaciones siguientes.
Sus
cuartetos de cuerda anticipan muchos elementos estilísticos o prácticas
compositivas asociadas primordialmente a otros compositores como Beethoven o
Schubert. Así, un recurso central en el mundo creativo haydniano como la
técnica de la variación que repite, ornamenta o altera un material dado sin que
nunca deje de ser reconocible, es uno de los procedimientos formales que mayor
impacto ha tenido en la posteridad. No es casualidad que Johannes Brahms, otro
gran amante de la variación, profesara una intensa y continuada admiración por
Haydn
Las
innovaciones y características de cada una de sus series, agrupan casi siempre
seis obras. Dos de las excepciones más notables, ambas datadas a mediados de la
década de 1780, son el opus. 42,
formado por un único cuarteto, y las nueve piezas de Las siete últimas palabras
de nuestro Salvador en la Cruz. Estas composiciones también son excepcionales
por otra circunstancia de mayor interés para nosotros: son resultado de
encargos que Haydn recibió de mecenas españoles.”
Las
últimas obras, los Cuartetos op.76 y 77
y el Cuarteto opus. 103 son, compuestas por un Haydn ya anciano. Por fin,
destacamos la influencia que Haydn ejerció en los compositores de las
siguientes generaciones a través de los casos concretos de los cuartetos de
Mozart y de Beethoven, los otros dos compositores representantes del “clasicismo
vienés” incluyendo también a compositores como Schubert, Mendelssohn o Brahms,
todos ellos dignos herederos del legado haydniano.
La veloz
difusión de muchas series sólo puede entenderse a la luz del surgimiento del
mercado musical europeo y el establecimiento de redes de editores con los que
Haydn no siempre tuvo una relación fácil; las impresionantes fugas de los
Cuartetos opus. 20 son herederas de una tradición propiamente vienesa con la
que deben ser vinculadas; los efectos teatrales y cómicos de los Cuartetos opus. 33 no serían tan
eficaces sin la intensa actividad operística que Haydn había desarrollado en la
década de 1770; los comienzos de los Cuartetos
opus. 71/74 serían radicalmente diferentes si no hubieran sido compuestos
para los conciertos públicos de Londres; y los Cuartetos opus. 76 y 77 sólo pueden entenderse a la luz del sistema
de mecenazgo y la práctica de los salones musicales en la Viena de finales de
siglo.”
Fuente: extraído de:
Cito textualmente
“Haydn fue el creador
absoluto de la sintaxis musical futura. La sonata para piano, el trío con
piano, la sinfonía y, sobre todo, el cuarteto de cuerda tal y como lo
practicaron los compositores de las últimas décadas del XVIII, de todo el XIX y
de las primeras décadas del XX, proceden directamente de los modelos
introducidos por sus obras. Haydn es dios padre para las formas de la música
instrumental. Haydn llevó al máximo nivel, en efecto, el modelo de la sonata
para piano o de la sinfonía clásica, pero donde su genio se manifestó en todo
su esplendor fue en el cuarteto de cuerda.”
Oímos el opus 17, número 3 y 4, en do menor;
Lo que destaca precisamente del opus 17, número 4, es el tono
melancólico y elegíaco, siendo el único cuarteto de Haydn escrito en la
tonalidad de do menor, tan habitual años después en Beethoven.
Los seis cuartetos del opus 50 están escritos en 1786-87
y se conocen como prusianos por estar dedicados al monarca y violonchelista
Federico Guillermo II de Prusia. No tiene, en cualquier caso, el violonchelo un
tratamiento melódico exagerado, aunque sí hay solos situados oportunamente. En
1787 Haydn arregló también para cuarteto de cuerda las Siete últimas palabras, obra que le ligaría para la eternidad
con Cádiz y su Santa Cueva. El número
4 en fa sostenido menor, la misma tonalidad que la citada Sinfonía de los adioses, contiene,
como ha escrito Charles Rosen, "el movimiento final en forma fusada más
excepcional de Haydn, en el que el elemento de exhibición académica presente en
casi todas las fugas clásicas se confunde finalmente con el patetismo".
Los opus 76 son de 1797, la época del
genial oratorio La creación. El número 4 en si bemol mayor posee,
según José Luis Téllez "uno de los
más intensos movimientos lentos jamás escritos por Haydn, en forma sonata de
trazo muy libre sobre un tema único que a la vez que se expone se desarrolla,
mientras los dos movimientos conclusivos entremezclan aires de danza de una
energía casi rústica con episodios de inquietante oscuridad que terminan en una
agitación frenética". El nº 3, es el conocido como Emperador
Los cuartetos de cuerda son la expresión más depurada y emblemática de la
música de cámara. Desde 1770 hasta la muerte de Schubert vivieron su edad de
oro.
Haydn se topó con una forma musical que hasta entonces no estaba muy
desarrollada en las primeras luces del Clasicismo. El avance compositivo de
Haydn consistió en convertir al humilde cuarteto en un especial vehículo de
concentrado progreso en el discurso musical.
Nacidos como encargos, como regalos, como consumación o apoteosis del
estilo, los cuartetos de Haydn son un ejercicio sin par de contrapunto, unión,
diálogo, armónica conjunción, etc., de las distintas (cuatro) voces de cuerda
de tal agrupación.
Las Sonatas
para piano
Fuente:
extraído del magnífico análisis de:
Cito textualmente:
“El esquema formal de las sonatas de Haydn no difiere del empleado en sus
cuartetos o sinfonías: se tiende a las tonalidades
mayores, según el ideal de conversación galante.
Se organizan en tres tiempos. El segundo o tercero son minueto Tiempo de
minueto en las primeras sonatas, pero después se convierte en complejas arias
elaboradas, en forma ABA.
Temas primero y segundo sin demasiado contraste, incluso en las sonatas más
elaboradas. Monotematismo.
Haydn comenzó su carrera como compositor de música para tecla en el cémbalo,
aunque se sabe que hacia 1788 ya tenía un fortepiano. Rápidamente, lo prefirió.
Y eso hizo evolucionar su estilo desde planteamientos no muy lejanos a los de
Galuppi o Scarlatti, Rameau o Forqueray. No obstante, la mayoría de sus sonatas
fueron concebidas indistintamente para uno u otro instrumento, y nunca
abandonarían del todo la digitalidad clavecinística.
Su carrera estilística se puede resumir en tres etapas:
Primeras sonatas: pueden interpretarse tanto al cémbalo como al fortepiano, ya que no
exigen muchos cambios de dinámica. De
hecho, se llaman aún Partitas. Son sonatas solemnes, con tempo moderato o
allegro moderato en el primer tiempo.
La sonata Hob XVI: 44 en sol menor, escrita sobre 1768, es una de
las más interesantes de este periodo, porque conecta con las ideas del Sturm
und drang: comunica, con gran expresividad, un material musical bastante común,
siendo el resultado final de gran contraste y eficacia
Las sonatas del segundo
periodo fueron dedicadas en su mayoría al príncipe
Esterházy. Entre ellas se encuentra la sonata en do menor, hob XVI: 20,
que, como la sonata en sol citada antes, representa los ideales expresivos del
Sturm und drang, cuya repercusión posterior llevaría al Romanticismo. Se trata
pues de una obra sorprendente, en la que se oponen registros, modulaciones
abruptas, movimiento direccional enérgico y aspecto contrastante.
Las últimas seis sonatas, compuestas entre 1789 y 1795, representan la culminación de su pianismo.
Se han comparado con las sonatas de Beethoven, aunque algunas de ella, como la
nº 59 recuerdan a las de Mozart. En las últimas
sonatas, la complejidad técnica y el grado de virtuosismo exigido al intérprete
aumentan considerablemente. Son sonatas
extraordinarias, dedicadas a la célebre virtuosa Therese Jansen, alumna de
Clementi. ¿Quizá fue el hecho de contar con una intérprete de tal categoría lo
que permitió a Haydn desplegar una técnica virtuosística equiparable solamente
al ingenio y la creatividad melódica armónica con el que convirtió estas obras
en productos geniales?
Acordes extensos y sonoros. Saltos, dobles notas, octavas, octavas
partidas, staccatissimo. Demostraciones de bravura
Páginas llenas de sorprendentes referencias a la escritura orquestal, que
transmiten incluso el propio idiomatismo orquestal. (De esto ya había
precedentes en algunas sonatas anteriores).
Sonata en Do mayor, la
nº 50: sonata monotemática, con un último movimiento en forma de scherzo
tenso, cortísimo, que da una cierta asimetría compensada a la pieza, ya que la
longitud mayor del primero queda equilibrado con la creatividad desplegada en
el tercero.
La sonata en Re, la nº 51,
consta de solo dos movimientos. Su unión parece incoherente. Tal vez fueron
concebidos como piezas independientes.
Variaciones en fa menor.
Fantasía en do mayor.: incluye un sorprendente
glisando en notas dobles que ya implica la acción del brazo en la ejecución.
La sonata en Mi Bemol, nº 52 (1794)
(Escrita para y dedicada a Therèse Jansen)
Quizá sea la más genial y acaso la
más famosa de toda la producción de Haydn. Es una obra en tres movimientos,
bien equilibrada y proporcionada: los dos movimientos extremos, en forma
sonata, arropan a un movimiento intermedio en forma ternaria. Los modelos
formales están ya establecidos para las próximas décadas.
En esta sonata se ve muy claramente la cuestión de la escritura orquestal:
los fortes son tuttis y las secciones monódicas, imitación de un instrumento
solista de este conjunto. De cada pasaje a solo puede inferirse un personaje de
la orquesta, porque cada uno de ellos tiene su propio carácter y timbre. La
imitación de otros instrumentos es tan clara, y la experimentación de Haydn tan
rica y avanzada que cabe preguntarse cómo, en los restantes 14 años de su vida,
no hizo avanzar aún más esta música para teclado.
Quizá porque ya no podía tocar con la soltura de su juventud. En todo caso,
resulta sorprendente que, de manera autodidacta, llegara a concebir estas
novedades, intuiciones que desafían a la ejecución de cualquier pianista
contemporáneo aún más que las últimas sonatas de Mozart, y que trascendían las
posibilidades de cualquier instrumento de su época.”
W.
Backhaus (live 1957) Piano Sonata No 52 in E flat major, Hob 16 52
En la próxima entrada, analizaremos su ingente obra sinfónica, nada más y
nada menos que 104 sinfonías.
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