Influencia del italianismo en la musica española del siglo XVIII y reacción al mismo
El Siglo XVIII es el siglo de la música italiana. Junto a la invasión del
melodrama se presentan ya típicas reacciones de nacionalidades musicales.
Sin embrago no este el caso de España. En general el panorama musical
español es modesto. Todo lo que en Europa tiene aire de gran polémica se da en
España, pero minimizado. La celebridad por ejemplo de Esteban Arteaga está
reducida en el panorama de la ópera Italiana y sus concepciones nada tienen que
ver con reacciones típicamente españolas.
La música religiosa sigue siendo el centro en torno al cual giran todas las
polémicas. Aun en el siglo XVIII se sigue viviendo de la polifonía clásica. El P.
Feijoo reacciona contra el italianismo y propugna la sencillez en el
canto eclesiástico.
La reacción española frente al italianismo no tiene pues aires de grandeza.
La misma tonadilla se presenta como reacción casticista, peldaño inferior
siempre al del nacionalismo. No se daban las condiciones necesarias para una
reacción enérgica.
Aquí tenemos ya la zarzuela, genero mixto de palabra y canto pero no apto
para presentarla como germen de lo que después querrá ser la opera española y
de lo que fue la zarzuela en el siglo XIX.
Con la llegada de los Borbones, el italianismo invade la vida musical
española. El cantante Farinelli, llega a ser protagonista de la vida política.
El año 1703 viene a Madrid la primera compañía italiana de ópera y desde
entonces se plantea la lucha entre los dos teatros.
La gran zarzuela del Siglo XIX, la menos italianizada, la que da origen al género
chico, la más teatral por tanto, encuentra su fuente de vitalidad en la
tonadilla, cuyo estudio debemos a Subirá y Cotarelo.
Tarde y muy débilmente, llega la música de Viena. La música de cámara de
Carlos IV, que gustaba de tocar en el cuarteto, recoge un poco de la corriente
europea simbolizada en Haydn.
Es cierto que una serie de catástrofes hacen casi imposible la formación de
un panorama de la música instrumental en siglo XVIII, catástrofes que resume
así Anglés : “ Con la quema del Palacio Real de Madrid en 1734 y la del
conservatorio madrileño con su riquísimo archivo musical y con la repetida
quema del teatro de Santa Cruz en Barcelona, de los archivos musicales de
Montserrat a principios del siglo XIX, durante las guerras napoleónicas, y la
de tantos monasterios españoles del año
1835, se redujo a cenizas el patrimonio instrumental de nuestra música del
siglo XVII y XVIII.”
Las capillas de las catedrales siguen siendo el centro de la actividad
musical.
Los organistas pasan un poco a segundo plano, derrotados por la entrada de
las orquestas. Fray Antonio Soler (1729-1783) es la figura más interesante del
siglo. Sus obras de clavecín y de órgano recogen con mucha personalidad y no
sin algún rasgo de casticismo el estilo italiano. Maestro de capilla del Escorial,
hace también muy digna y muy fina música religiosa. Las sonatas y los quintetos
se incluyen en la mejor música de la época. De las sonatas del padre Soler a
las de Mateo Albeniz, por ejemplo hay una misma línea de italianismo
con una pequeña progresión hacia expresiones más castizas.
En cuanto a la estancia madrileña de Doménico Scarlatti y de Boccherini, aún está por hacer respecto del primero un estudio de
su españolismo, estudio que ha tentado a Manuel de Falla y a Joaquín Rodrigo.
Ese españolismo ha permitido dar un cariz especial a toda la música española
del siglo XX. Menos influencia tuvo en este sentido la música de Boccherini,
aunque en el aspecto puramente instrumental la música de cámara española
durante todo el siglo XIX, gire en torno a ese pálido neoclasicismo que solo en
el malogrado Juan Crisóstomo Arriaga estuvo a punto de superarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario